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Verdades a medias

El 5 de marzo, Iván Márquez, máximo dirigente de las Farc, dijo en la entrevista de El Tiempo con Yamid Amat: “Para qué vamos a guardar armas si lo que vamos a hacer es política?”.

30 de abril de 2017 Por: Francisco José Lloreda Mera

El 5 de marzo, Iván Márquez, máximo dirigente de las Farc, dijo en la entrevista de El Tiempo con Yamid Amat: “Para qué vamos a guardar armas si lo que vamos a hacer es política?”. En la misma entrevista se le preguntó dónde estaba el armamento que iban a entregar. Dijo sin pestañear: “En manos de los guerrilleros que están en las 26 zonas de normalización, las cuales serán el escenario del proceso de dejación de las armas.”

En la misma línea y versión, Carlos Antonio Lozada, otro de los hombres fuertes de esa guerrilla en las negociaciones, dijo el 26 de marzo: “El número de armas no va a estar muy lejos del número de combatientes”, es decir, alrededor de 7,000 armas. Y añadió en la misma entrevista de prensa, que incluso las armas de todos los milicianos ya habían sido recogidas. “No va a quedar ningún tipo de armamento”, dijo el guerrillero.

Pero fue más allá. Cuando se le preguntó si tenían armas encaletadas y si le podían dar “la tranquilidad al país” de que no se repetiría la historia de Guatemala o El Salvador donde las guerrillas escondieron armas, dijo: “Sí, total tranquilidad. Jamás se nos ha ocurrido.” Y añadió: “para qué vamos a dejar armas (…) estamos haciendo una apuesta política muy grande (…) no lo vamos a arriesgar por dejar unas armas escondidas.”

Días después, el Ministro de Defensa informó del descubrimiento de una gigantesca caleta del Frente 48 de las Farc en Putumayo, con 54 fusiles, 6 ametralladoras, 3 lanzagranadas, 100 kilos de pentonita, 200 minas antipersonas y 3.600 detonadores. Y dos semanas antes se habían descubierto en Tumaco 600 granadas de mortero. La sorpresa no fue poca dado que días antes las Farc habían asegurado no tener caletas.

Pero mayor fue la sorpresa, ésta vez revestida de desconcierto -por decir lo menos-, cuando Rodrigo Londoño trinó, como si nada y sin sonrojarse, que habían “900 caletas listas para recoger”. Es decir, no sólo reconoció que sí habían armas escondidas, lo que otros dirigentes de esa guerrilla habían negado una y otra vez, sino, que se trataba de un número descomunal. Aunque el mayor sorprendido debió ser, Naciones Unidas.

A juzgar por la caleta encontrada y por lógica, es de suponer que en cada caleta hay al menos un arma. Aunque nadie esconde un solo fusil, si así fuera, estaríamos hablando de al menos 900 armas adicionales a las 7.000 que pareciera han declarado. Pero si en las demás caletas no hubiesen 54 fusiles y seis ametralladoras, sino diez, sólo diez, estaríamos frente a 9,000 armas más; más del doble de lo que el país tiene en mente.

Lo ocurrido es delicado porque acentúa la desconfianza natural en las Farc y genera dudas sobre el cumplimiento del acuerdo de dejación de armas y su implementación. Si no se sabe cuál es el total de armas, ¿cómo saber cuantas representaba el 30%, cuya entrega ya debió ocurrir? Una cosa es ese porcentaje de 7.000 armas y otra, de 16.000 o más, cifra por precisar. Igual sucede con el 40% adicional que debe estar en proceso.

La experiencia de otros procesos de desarme indica que nunca se entregan todas las armas; las AUC, por ejemplo, entregó 18.000 armas cuando se desmovilizaron 31.000. Por eso las caletas preocupan, pues a juzgar por los hechos, o las Farc le mintieron al país o han dicho verdades a medias. Ojalá se aclare -sin dejar dudas-, pues amenaza el proceso de paz. Más cuando se asegura que en un mes habrán dejado todas las armas.

AHORA EN Francisco Jose Lloreda Mera