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¿Venganza genocida?

Seis millones de judíos fueron asesinados por los Nazis en la Segunda Guerra Mundial, cifra que se eleva a once millones, al incluir otros grupos nacionales, étnicos y políticos.

12 de julio de 2020 Por: Francisco José Lloreda Mera

Seis millones de judíos fueron asesinados por los Nazis en la Segunda Guerra Mundial, cifra que se eleva a once millones, al incluir otros grupos nacionales, étnicos y políticos. Desde entonces el mundo tomó conciencia de las atrocidades masivas como un tipo penal diferente de los demás, un crimen que va más allá de toda justificación, por su intención de destruir sistemáticamente un grupo nacional, racial o religioso específico.

Raphael Lemkin, abogado polaco-judío, se empeñó en describir y entender lo sucedido, acuñando el nombre de Genocidio a ese patrón específico de asesinatos masivos. En 1948, Naciones Unidas aprobó la Convención de Genocidio -de la que son firmantes 120 Estados- y en 1998, a través del Estatuto de Roma, se crea la Corte Penal Internacional, que tipifica y sanciona los cuatro delitos más execrables, entre ellos, el antes señalado.

No es, sin embargo, una conducta nueva, ha estado presente en la humanidad desde sus inicios, aunque desde mediados del Siglo XX se le condena por la mayoría de los países. Además de dos tribunales internacionales creados por Naciones Unidas para juzgar los crímenes en la antigua Yugoslavia y en Ruanda, la Corte Penal, un tribunal subsidiario, investiga los delitos atroces cometidos en diez países del mundo, la mayoría africanos.

No se trata entonces de un crimen cualquiera, es el más grave a nivel internacional. De ahí que calificar de “venganza genocida” una acción de un gobierno, cualquiera sea, no es algo trivial, tampoco un lapsus linguae. Es una acusación muy delicada. Más si es falsa, como lo es, y si quien la hace no es un seminarista, sacerdote o un párroco desconocido, sino un arzobispo, terceros en la línea jerárquica después de los cardenales y del Papa.

No hay una venganza, y menos genocida, del actual Gobierno contra los procesos de paz. No existe, como se ha dicho, una acción deliberada “para desmembrar completamente la sociedad, las organizaciones sociales y la democracia en los campos y los territorios donde tenía o tiene influencia las organizaciones subversivas.” Pese a las diferencias de Duque con lo acordado en La Habana, se está implementando, no exento de dificultades.

La fractura de las Farc, la estampida de cientos de sus guerrilleros, la decisión de varios comandantes de continuar delinquiendo, no inició el 7 de agosto de 2018. Tampoco el asesinato de líderes. Según la Defensoría, 118 líderes fueron asesinados en 2016, 133 en 2017, 178 en 2018 y 133 en 2019. Y culpar al Gobierno del “retorno a la guerra” con el Eln, es un despropósito. Si no hay un proceso de paz con esa guerrilla, es por su culpa.

Respecto de la discusión de si religión y política deben mezclarse, siempre ha ocurrido, independiente de la religión y de sus iglesias. Y en el caso de la católica, tomó un nuevo auge, en especial en Latinoamérica, desde el Concilio Vaticano II a mediados de los 60, con todo tipo de vertientes ideológicas. Lo grave no es su participación en los asuntos públicos, siempre y cuando sea a nivel institucional; la Iglesia lo hace en varios temas.

Lo que no está bien es que se haga a título personal y menos un alto jerarca de la Iglesia Católica, la más importante en Colombia. De ahí la aclaración y reprimenda del Nuncio. Monseñor Monsalve es un sacerdote preparado, independiente de sus convicciones ideológicas. Desconozco cuales sean sus intenciones, pero se equivocó en el fondo y en la forma. Sus señalamientos son muy graves, y además son falsos. Si él desea opinar libremente, incluso hacer política, está en todo su derecho, pero no portando la sotana.

Sigue en Twitter @FcoLloreda

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