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Un último esfuerzo

Hagamos un último esfuerzo por evitar ser uno de aquellos a los que la vacuna les llegará tarde a su vida.

20 de diciembre de 2020 Por: Vicky Perea García

En febrero inicia la vacunación contra el covid en Colombia. Así lo anunció el Presidente. Lástima que de aquí a allá morirán miles de personas por exponerse innecesariamente al virus en los próximos quince días. Seres que podrían continuar con vida y alcanzar a vacunarse de no ser porque incurrirán en actos irresponsables de su parte y de aquellos con los que interactúan. Muertes que podrían evitarse, al menos algunas, y no ocurrirá.

Colombia bordea el millón y medio de contagios y supera los 40.000 muertos por Covid-19. Este viernes, 18 de diciembre, se presentaron 13.277 nuevos casos, la cifra más alta desde el inicio de la pandemia. Ese solo día fallecieron 232 personas. Un rebrote del virus, similar al que se presenta en varios países del mundo que tampoco lo han tomado en serio, no dejándo más opción a sus gobiernos que imponer nuevos confinamientos.

Cuatro ciudades del país están ya en alerta roja -Cali, Medellín, Cúcuta y Cartagena- por el incremento de los casos de contagio y la baja disponibilidad de camas en las Unidades de Cuidados Intensivos. Y otras, como Bogotá, no demoran en encender alarmas. Tienen razón sus alcaldes y los gobernadores en volver a introducir medidas preventivas, por antipáticas que sean, y no nos debe extrañar si iniciando el año nos vuelven a encerrar.

Infortunado por varias razones: la primera, porque dependiendo del tipo de medidas y su duración, podría asestarle un nuevo golpe a los sectores productivos y al comercio; la segunda, porque afectaría la recuperación del empleo; la tercera, porque las arcas del Estado están prácticamente secas y no hay de dónde sacar más recursos para tenderle la mano a millones de colombianos y empresas, salvo una tributaría aún más severa.

Y la más importante: porque más allá de la dinámica natural de la pandemia, lo que está sucediendo y está por suceder evidencia el nivel de inconciencia de muchos ciudadanos, sobre la presencia y letalidad del virus. Muchos actúan como si ya no existiera, como si se tratase de un asunto superado, sin recabar que continúa activo y que es letal. Hasta que toca a la puerta o se conoce de seres cercanos, entubados y solitarios en un hospital.

Mentiría si escribo que he sido riguroso todo el tiempo con las medidas de bioseguridad. También me he relajado un poco, por momentos, en el uso del tapabocas, el lavado de manos, en evitar lugares concurridos, y en guardar y exigir de otros el distanciamiento. Podría decir que no era fácil hacerlo, más en esta época y con el deseo atragantado de salir y de volver a ver gente en un remedo de vida normal, pero pude haberlo hecho.

Desafiar, acercarse al límite, pisar la raya, pareciera ser un comportamiento natural del ser humano, al menos de algunos pues muchos son en extremo adversos al riesgo. Y es cierto que de no asumir riesgos la humanidad no habría alcanzado un mayor desarrollo. Ni tampoco estaríamos ad portas de iniciar el programa de vacunación más ambicioso de la historia, pues muchas personas fueron ratón de laboratorio para lograr la vacuna.

Pero eso no significa que debamos asumir riesgos innecesarios frente a este coronavius. Más cuando se anuncia la llegada de 40 millones de vacunas: cuando pareciera estamos cerca de poner en cintura a esta pandemia y evitar la muerte de miles de personas más. Si por momentos bajamos la guardia, es hora de volverla a elevar. En especial en estos quince días, sin perjuicio de seguirse cuidando. Hagamos un último esfuerzo por evitar ser uno de aquellos a los que la vacuna les llegará tarde a su vida.

Sigue en Twitter @FcoLloreda

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