El pais
SUSCRÍBETE

Un nuevo enfoque

La mejor manera de alcanzar un país más equitativo es tener un partidor en la vida más homogéneo.

15 de agosto de 2021 Por: Vicky Perea García

Distintos estudios muestran que los primeros tres años de vida son los más importantes en el desarrollo cognitivo y en el aprendizaje de una persona. Es en ese tiempo cuando la nutrición y la estimulación mental, social y emocional más influyen en el desarrollo del cerebro. Así lo establece Minouche Shafik, directora de la Escuela de Economía de Londres, LSE, en su libro ‘What we owe each other’ (Lo que nos debemos unos a otros).

Señala la autora, quien fue vicepresidenta del Banco Mundial, que muchos niños llegan al colegio con desventaja por un desarrollo inadecuado de su cerebro y sus habilidades. Dice: “Invertir en los primeros años del niño es una de las acciones más costo-eficientes para producir una fuerza laboral educada, capaz de adquirir nuevas competencias, ser menos propensa a la comisión de delitos y a requerir con posteridad de ayuda estatal”.

En la misma línea, Moisés Wasserman, en su reciente libro ‘La Educación en Colombia’, indica que solo desde el inicio de este siglo la primera infancia -de 0 a 5 años- empezó a ser una prioridad para los distintos gobiernos. Si bien el grueso de la atención de estos continúa a cargo del Icbf, gracias al trabajo de las madres comunitarias, poco a poco el Ministerio de Educación Nacional ha entendido que esta es una responsabilidad suya.

En los últimos 20 años el país pasó de atender 300.000 niños menores de cinco años a 1.360.000 en 2018, un incremento significativo. La meta del actual gobierno es llegar a 2.000.000, es decir, a una cobertura cercana al 40 por ciento. Ojalá sea así, pues en 2018 el 75 por ciento de los niños de 0 a 5 años no recibían servicios educativos del Estado y como lo dice Wasserman, la mayoría de los atendidos “son cuidados” y no “educados”.

¿Por qué este recuento? Colombia ha logrado una cobertura cercana al cien por ciento en educación básica (grados 1 a 9) y de 72 por ciento en la educación media (grados 10 y 11), y en educación superior es del 53 por ciento, con una deserción de 45 por ciento. Lo anterior sin contar las profundas brechas en calidad acentuada en las áreas rurales. Pese a los avances de las últimas décadas estamos en una situación de estancamiento.

Wasserman lo dice con claridad meridiana: “Los esfuerzos que hacemos no son eficaces y hay que cambiarlos por otros porque tiene poco sentido seguir haciendo lo mismo con la esperanza de obtener resultados diferentes”. Se requiere entonces, un nuevo enfoque del sistema educativo, que no debe ser otro a darle una prioridad transformadora, un énfasis sin precedente, a la primera infancia, sin descuidar la básica, media y superior.

La oportunidad existe porque Fecode aún no ha secuestrado la educación de la primera infancia. Podría pensarse en un esquema mixto de visitas domiciliarias y trabajo con los padres (exitosas en varios países) y la conversión de los centros de atención a la primera infancia en centros de educación, con maestros de excelencia. Y entregar a los padres bonos para que escojan dónde van a sus hijos, a entidades estatales o privadas.

La mejor manera de alcanzar un país más equitativo es tener un partidor en la vida más homogéneo. Por supuesto que eso no es fácil pues las oportunidades muchas veces van atadas a la condición en la que se nace, por más talento, esfuerzo y disciplina. Pero es ahí donde la educación y en especial la de primera infancia puede hacer la diferencia. Nivelar la cancha en los primeros años de los niños es determinante para que no inicien la vida en desventaja y estén mejor preparados para los desafíos educativos y laborales.

Sigue en Twitter @FcoLloreda

AHORA EN Francisco Jose Lloreda Mera