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¿Todo vale?

¿No va siendo hora de ser menos livianos y mediáticos en la discusión de los temas públicos? ¿Estamos condenados a un ejercicio político e informativo en el que todo vale?

23 de septiembre de 2018 Por: Francisco José Lloreda Mera

Concluyeron tres semanas infernales para el ministro Alberto Carrasquilla. Veinte días en las que políticos, columnistas y periodistas lo condenaron a la hoguera sin siquiera escucharlo. Unos, porque consideran que hizo algo ilegal o por lo menos inmoral, otros porque vieron la oportunidad de darle palo al Gobierno y qué mejor que dispararle al ministro más importante, cercano al expresidente Uribe y ad portas de una tributaria.

El tema tiene dos aristas: la discusión de fondo y el debate político-mediático. Sobre lo primero, tiene toda lógica haberles permitido a los municipios comprometer recursos futuros del Sistema General de Participaciones para financiar proyectos de acueducto y alcantarillado. Cosa distinta, si las condiciones del modelo de financiación eran lógicas para el mercado de la época y si los alcaldes ejecutaron bien los recursos recibidos.

En distintos escenarios, incluido el debate, Carrasquilla señaló que él presentó el Acto Legislativo que permitió introducir esa opción de financiación en la Constitución y que se aprobó siendo ministro Óscar Iván Zuluaga. Y señaló que las condiciones financieras de los llamados bonos de agua fueron las que arrojó en el momento una subasta pública y que él no tiene por qué responder por lo que hicieron los municipios con la plata.

Tiene razón. Si 117 municipios no hicieron buen uso de los recursos, si un porcentaje importante de los proyectos no se ejecutaron o si los alcaldes se robaron la plata, no es culpa de Carrasquilla. Tampoco es culpa suya el que las condiciones de negociación de los bonos -aceptadas por las partes- fueran razonables para la época. Es decir, él no es responsable de si los municipios se empobrecieron o no, como se lo tratan de endilgar.

Siendo así, debe examinarse lo sucedido en el escenario político y mediático, pues pocos debates habían tenido tanta sincronía entre estos componentes. Al tiempo que le daban duro desde la trinchera política, varios medios lo repicaban sin contemplación; días de titulares ácidos e información sesgada, y de columnas, trinos y comentarios en medios tradicionales y digitales, acabando con él; un ensañamiento rabioso pocas veces visto.

¡Qué no le dijeron a Carrasquilla! Lo más suave fue que era corrupto; que había promovido una reforma constitucional para luego enriquecerse. Así lo dijo el senador Robledo, quien con la habilidad que lo caracteriza generó una gran expectativa frente al debate al tiempo en que intentó sin éxito promover una moción de censura, para terminar en un show sin ninguna sustancia, irrespetuoso y cargado de calificativos.

Ese es el resumen de tres semanas de injurias y calumnias contra Alberto Carrasquilla, que en un país serio conduciría a una discusión ética y legal sobre si todo vale en la política y en los medios. Si el ser de la oposición otorga per se una licencia para acabar, sin pruebas, con la honra de otro. Si es válido escudarse en la libertad de expresión y en el ejercicio del control político, para decir lo que se da la gana sin ninguna consecuencia.

Sobre lo ocurrido hay distintas lecturas permeadas por los afectos y desafectos propios de la polarización que ahoga al país. Sobre lo que no hay duda es del daño causado al buen nombre del ministro Carrasquilla. ¿No va siendo hora de ser menos livianos y mediáticos en la discusión de los temas públicos? ¿Estamos condenados a un ejercicio político e informativo en el que todo vale? ¿Ese es nuestro gran talante democrático?

Sigue en Twitter @FcoLloreda

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