Soldado avisado
El punto de fondo es uno: no es admisible que el país vuelva a vivir lo que experimentó durante los meses del llamado paro nacional.
Dicen que soldado avisado no muere en guerra. En Colombia muere estando avisado. Es lo que hemos vivido desde hace años con las protestas; dicen que serán pacíficas y muchas terminan en violencia.
Pues bien, anuncian sendas manifestaciones para el 20 de julio. Está por verse si las autoridades aprendieron la lección o si permitirán que de nuevo los organizadores de los paros vandálicos apliquen su receta desestabilizadora.
No es claro el alcance de lo que traman y circula en las redes todo tipo de información. Como siempre, se indica que hay guerrilleros y narcos detrás y el país se prepara -o no se prepara- para un día incierto en el que todo o nada puede suceder. Por lo anterior y en especial en Cali y Bogotá, donde los desmanes han sido intensos, es deber aprestarse, pues a juzgar por el pasado, se sabe cómo empiezan las protestas y no cómo terminan.
Más teniendo en Cali y Bogotá a dos alcaldes que han demostrado ser unas veletas, por decir lo menos. El primero espoleó el último paro, legitimó la violencia y permitió el bloqueo y desabastecimiento de la ciudad; imperdonable. Los únicos ganadores fueron quienes sitiaron a Cali, empezando por los vándalos de la primera línea. El resto perdió. No encontraron en Jorge Iván Ospina a unalcalde sino a un enemigo de la propia ciudad.
La alcaldesa de Bogotá tampoco salió bien librada. Pensó quizá, que por ser del Partido Verde o de la oposición, sería recibida como una heroína en los lugares de ‘resistencia’; la sacaron escoltada. Pese a momentos de firmeza, fue errática al ejercer la autoridad, y al igual que Ospina terminó validando a quienes atentaron contra el transporte masivo y se le vio más preocupada por cómo culpar a otros de sus errores que por la seguridad.
Se espera de ambos un proceder distinto de cara a las protestas anunciadas. El alcalde de Cali está a tiempo de evitar que la ciudad vuelva a ser referente mundial de violencia y alinearse con la Policía para evitar bloqueos y barbarie, y la de Bogotá, evitar que los malandrines destruyan de nuevo el Transmilenio y aíslen localidades enteras. Y ambos, garantizarles los derechos a los que no protestan: que no vuelvan a quedar secuestrados.
Pero no solo ellos deben sacudirse: deben hacerlo el resto de alcaldes y gobernadores. Muchos se escudan en el diálogo para no aplicar la ley; les da miedo tomar decisiones impopulares. Hace bien la Gobernadora del Valle en restringir unos días el ingreso al departamento, convertido en teatro de guerra urbana por sindicalistas y comunidades indígenas foráneas. Aprendió la lección, ejemplo que deben seguir otros mandatarios.
Y se espera que el Gobierno Nacional temple las riendas y a tiempo. Esta vez no puede fallar la inteligencia, y el despliegue policial y el apoyo militar no pueden llegar después de los destrozos. Debe impedir los bloqueos y de ser necesario hacer uso legítimo de la fuerza para removerlos, y no vacilar en decretar toques de queda. Y que la Fiscalía no siga pasando de agache y la Procuraduría ponga en cintura a quienes incumplan la ley.
El punto de fondo es uno: no es admisible que el país vuelva a vivir lo que experimentó durante los meses del llamado paro nacional. El Gobierno, los gobernadores y alcaldes, los órganos de control, deben garantizar la protesta siempre y cuando sea pacífica y no atropelle al resto de ciudadanos. Estamos hastiados de la falta de autoridad a todo nivel, de los bloqueos y la violencia, y del eco que les hacen algunos medios a los vándalos. Soldado avisado sí muere en guerra si no se prepara, si se duerme, si se deja emboscar.
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