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Lamentable, por decir lo menos, la tibieza de la OEA frente a la situación en Venezuela, y ante la clara, continua y progresiva transgresión del régimen de Nicolás Maduro a la Carta Democrática Interamericana del organismo.

2 de abril de 2017 Por: Francisco José Lloreda Mera

Lamentable, por decir lo menos, la tibieza de la OEA frente a la situación en Venezuela, y ante la clara, continua y progresiva transgresión del régimen de Nicolás Maduro a la Carta Democrática Interamericana del organismo. Con el pretexto de no intervención en asuntos internos de otros Estados, lo cual tiene un límite, la OEA y muchos de sus miembros han eludido su responsabilidad, contribuyendo así a agravar el problema.

Dicha Carta señala que los pueblos tienen derecho a la democracia y sus gobiernos la obligación de promoverla y defenderla, y que son elementos esenciales de la misma el respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales, el acceso y ejercicio del poder conforme a un estado de derecho, elecciones libres y justas, y la separación de poderes. El régimen de Nicolás Maduro los ha violado todos de manera sistemática.

Persecución y violencia, líderes encarcelados por una justicia amañada, medios de comunicación censurados u obligados al cierre, un referendo revocatorio pisoteado, y como si fuera poco, un Tribunal Supremo de Justicia que elimina de un plumazo a la Asamblea Nacional, se abroga sus funciones e intimida a sus integrantes quitándoles la inmunidad que los protege, consolidando una dictadura con fachada democrática.

En ese contexto resulta contundente -y valiente- el último informe de Luis Almagro, secretario general de la OEA, que señala, con hechos irrefutables, que “Venezuela viola todos los artículos de la Carta Democrática Interamericana”. Por fin un secretario que no le tiembla la voz para llamar las cosas por su nombre y pone en evidencia el drama que viven los venezolanos, ante la mirada cómplice o pusilánime de muchos países.

Por eso lo sucedido la semana pasada en la OEA deja mucho que desear. Es cierto que Maduro no logró impedir la sesión del organismo y que la suspensión de un Estado es un último recurso (cuando han sido infructuosas las gestiones diplomáticas). Pero, ¿acaso ya no se han agotado las vías del diálogo y la diplomacia? ¿hasta cuando deben aguantar los venezolanos? ¡Tres años lleva la OEA evaluando la situación y nada pasa!

Tan grave como la vulneración de los más elementales principios democráticos es la situación que viven los venezolanos; son ellos los más perjudicados con el deterioro progresivo de las condiciones de vida. La descomposición socioeconómica del país es evidente, la economía está estancada, y los homicidios disparados. Pobre Venezuela, un país tan rico y de gente buena, sometida durante más de una década a un calvario.

En ese contexto Colombia debe revisar su posición frente a Venezuela. Seguramente el régimen Chávez-Maduro fue clave para lograr el acuerdo de paz con las Farc, y al ser nuestro vecino requiere un manejo con pinzas. Pero es un régimen que nos insulta y maltrata. El cierre de la frontera y la expulsión de los colombianos fue indignante; qué decir de la incursión de tropas en Arauca , y del apoyo descarado que le dan al ELN.

Es hora de tomar decisiones y de no flaquear ante el último estratagema dilatorio de Maduro -para atenuar la reacción internacional en su contra-. El cierre de la Asamblea rebosó la copa pero de tiempo atrás no hay democracia en Venezuela. Si la OEA no es capaz de suspender a Venezuela o conminar a Maduro a realizar elecciones, que por lo menos tengan la entereza de reconocer su inoperancia y la decencia de disolverlo.

AHORA EN Francisco Jose Lloreda Mera