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Los elegidos

La decisión del Consejo de Estado de quitarle la curul a Ángela María Robledo, fórmula vicepresidencial de Gustavo Petro, se veía venir, y ha suscitado todo tipo de reacciones por tratarse de una persona...

28 de abril de 2019 Por: Francisco José Lloreda Mera

La decisión del Consejo de Estado de quitarle la curul a Ángela María Robledo, fórmula vicepresidencial de Gustavo Petro, se veía venir, y ha suscitado todo tipo de reacciones por tratarse de una persona respetada. Unos, lamentando que el Congreso pierda a otro parlamentario serio -hace unas semanas ocurrió con Mockus-; otros, complacidos por considerar que era evidente su doble militancia y su inhabilidad para ejercer el cargo.

Similar a la de Mockus, la reacción de Robledo fue de respeto a la decisión, sin perjuicio de anunciar que examinará opciones jurídicas que le permitan reversar el fallo “en el marco de la ley”. La de Petro fue muy distinta, dijo respetar la decisión, pero lo presenta como una persecución: “no permitieron la personería jurídica de la Colombia Humana, no permitieron la garantía del estatuto de oposición, y ahora se llevan las curules”.

Con mayores decibeles reaccionó Claudia López, quien respaldó a Petro y a Robledo: “el Consejo de Estado debería sentenciar de una vez que elimina la oposición en Colombia. Con un rasero absuelve a Martha Lucía Ramírez y con otro le quita la curul que la Constitución y el derecho a la oposición le dio a Ángela María Robledo”. Luego señaló: “Ahórrense las ‘legales maneras’”, respaldando a Petro en su tesis sobre la persecución.

Estas reacciones no deben sorprender pues el país conoce de sobra la esencia y estilo de Gustavo Petro y Claudia López, quienes a decir verdad, cada día se parecen más. Lo que inquieta, es el eco que algunos le hacen a esa posición, incluidos exministros de la talla de Alejandro Gaviria, a quien aprecio y respeto, quien sugiere que por encima de la ley están los derechos políticos y que debería primar la voluntad de los electores.

Las tres reacciones ameritan análisis. El Consejo Nacional Electoral negó la personería al movimiento Colombia Humana porque no cumplió los requisitos establecidos en la Constitución y la ley para ser un partido político. Para ser un partido se requiere haber postulado candidatos al Senado o la Cámara y obtenido un porcentaje de votos válidos. Colombia Humana ni siquiera presentó candidatos al Congreso. Así de claro y sencillo.

Los casos de doble militancia de Marta Lucía Ramírez y de Ángela María Robledo son distintos. La Vicepresidenta no ocupaba ningún cargo de elección, y su entrada al Centro Democrático se dio en el marco de una consulta interpartidista para elegir candidato único. Al perder, su deber era apoyar al vencedor. Robledo, en cambio, debía renunciar al Partido Verde un año antes de inscribirse como fórmula de Gustavo Petro y no lo hizo.

Es decir, no hay tal persecución política. La ley es clara, gústenos o no. Cosa distinta es la discusión formulada por Gaviria sobre si debe primar o no la voluntad de los electores sobre la ley, lo cual es absurdo. Si primase tal tesis se desplomaría el Estado de derecho, pues la ley no sería la ley. Si la ley existente -buena o mala - no se respeta, ahí sí termina sepultando, y por siempre, los derechos políticos de los ciudadanos. Sería la anarquía.

Escuché por décadas que la ley es para los de ruana, significando que a los más humildes se les aplica a rajatabla y a los encopetados, no. Así era y sigue siendo, con excepciones. Lo que ha cambiado es que algunos políticos -en especial de izquierda- se parecen cada día más a los encopetados: esperan y exigen -algunos incluso vociferan- que a ellos no les aplique la ley. Se sienten ungidos por un poder divino que los exime de tal nimiedad. Son los mismos que piden que la ley aplique, como a los de ruana, a sus contradictores.

Sigue en Twitter @FcoLloreda

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