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¿La verdad histórica?

La historia es un registro ordenado de eventos, con causas y efectos, interpretados según el momento histórico y la tendencia ideológica con que se miren. De ahí la importancia de garantizar Comisionados con distintas visiones y ante todo, que no se pretenda que de ahí salga una ‘verdad revelada’, y menos, que se imponga como ‘versión oficial’.

3 de septiembre de 2017 Por: Francisco José Lloreda Mera

“Los historiadores hallan a menudo sólo aquello que están buscando”. Esta frase, del historiador inglés Malcolm Deas explica por qué la historia suele ser maleable: lleva el sesgo de quien la escribe. Es el caso de Colombia, cuya historiografía dominante sobre la violencia responde desde los años 60 a una visión de centro-izquierda, al punto que quienes se han atrevido a dar una lectura distinta han sido -y aún son- cuestionados.

De ahí el cuidado que debe tenerse con la llamada Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición, CEV, cuyos integrantes están próximos a ser seleccionados por los mismos que escogerán a los magistrados de la JEP (Justicia Especial para la Paz). Pero no para escribir cualquier historia, o una versión más, sino, la versión ‘oficial’ de la ‘Historia del Conflicto en Colombia’. Nada más ni nada menos.

Aunque esta comisión, de rango constitucional, no tendrá carácter judicial, su impacto puede ser igual o mayor que el de la JEP. Si bien su objetivo pareciera ser esclarecer la verdad para las víctimas y destapar las graves violaciones a los derechos humanos, se le pide establecer “el contexto histórico, los orígenes y múltiples causas del conflicto”, y el informe final, con amplia divulgación, ¡sería incluido en los pénsum académicos!

El problema no está en darles a las víctimas de la violencia guerrillera, paramilitar o de funcionarios del Estado, la oportunidad de ser escuchadas y conocer las circunstancias en que sus derechos fueron ultrajados. Es más, si la CEV logra ese propósito habría cumplido parte de su mandato. El lío radica en la expectativa de alcanzar una “verdad absoluta” y pretender convertirla en versión oficial de lo que pasó en cincuenta años.

Comparto la opinión de quienes creen que en la historia hay verdades irrefutables; un ejemplo: “Gaitán fue asesinado el 9 de abril de 1948”. Pero hay verdades refutables; para unos la violencia bipartidista se inició ese día; para otros en 1946 (con el regreso al poder del Conservatismo). Otros sostienen que el germen se remonta años atrás, a 1930, con el despido masivo de conservadores cuando llega al poder Olaya Herrera.

Este solo ejemplo enciende los ánimos. Cómo se atreve a insinuar -dirán algunos- que La Violencia no la originaron los ‘godos’. Igual sucede con las cifras y definiciones; se asume que fueron 300.000 muertos y que llevamos 50 años en ‘guerra’; hereje, quien lo cuestione. Similar pasa con el origen de las Farc; ni se les ocurra decir que no eran campesinos indefensos, cuidando marranos y gallinas, cuando fueron bombardeados.

Estas referencias, que ameritan columna aparte, evidencian lo complejo que es tratar de establecer verdades históricas. Razón tiene Gonzalo Sánchez, investigador y quien dirige el Centro Nacional de Memoria Histórica, al señalar que “así como no hay una sola verdad, no puede haber una sola memoria histórica”. Luego dice y con toda razón: “Aspirar a que haya una memoria única, sería lo peor que puede pasarle a la sociedad”.

Hay verdades históricas irrefutables pero otras se sustentan en bases poco sólidas. La historia es un registro ordenado de eventos, con causas y efectos, interpretados según el momento histórico y la tendencia ideológica con que se miren. De ahí la importancia de garantizar Comisionados con distintas visiones y ante todo, que no se pretenda que de ahí salga una ‘verdad revelada’, y menos, que se imponga como ‘versión oficial’.

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