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La mayor mentira

Lo que sí es cierto es que podría ser una democracia más robusta, si algunos políticos, incluido el senador Cepeda, no estuviesen empeñados en desligitimarla.

27 de junio de 2021 Por: Francisco José Lloreda Mera

Trina el senador Iván Cepeda que “la mayor y más repetida mentira de nuestra historia es que Colombia es una democracia”. Llama la atención que quien ha ejercido la política a su antojo en el país durante 30 años, con singular acogida del establecimiento que cuestiona y a través de las instituciones que lacera, desde su militancia en el Partido Comunista y la Alianza M-19 y ahora desde el Polo Democrático, niegue su existencia.

La democracia liberal se extendió como sistema de gobierno luego de la independencia de Estados Unidos en 1776 con unas premisas que continúan vigentes: elección directa o indirecta de sus gobernantes, división de los poderes públicos, diversidad de partidos, libertad de expresión y asociación, y protección del derecho de propiedad. Lo anterior, plasmado en una Constitución y bajo el imperio de la ley, es decir, un Estado de derecho.

La nuestra es una democracia liberal representativa, y semi-directa desde 1991 gracias a diversos mecanismos de participación. Hay tres ramas del poder, órganos de control, ministerio público, y 18 partidos políticos. Y se eligen 1.300 Juntas de Acción Comunal y 697 Administradoras Locales, 12.061 concejales, 5.136 diputados, 1.103 alcaldes, 32 gobernadores, 172 representantes y 108 senadores. Y presidente desde hace 200 años.

Dicho lo anterior, es una democracia con desafíos: algunas instituciones son débiles, la ley no siempre se aplica con rigor, la justicia es lenta y a veces sesgada, y falta camino en la defensa de los derechos fundamentales. Pero de ahí a decir que no hay democracia, tampoco.
Más viniendo de quien se ha abierto paso en la vida gracias a este sistema; en Cuba, Nicaragua, China y Venezuela, no podría hacer la oposición que hace en Colombia.

Lo que sí es cierto es que podría ser una democracia más robusta, si algunos políticos, incluido el senador Cepeda, no estuviesen empeñados en desligitimarla. Desconocer su existencia es parte de una estrategia de tierra arrasada y de pauperización social para tratar de apalancar una opción demagógica de izquierda, a partir del descrédito de las instituciones y el descontento social, acentuados con la crisis económica y la pandemia.

Sería una democracia más robusta si se respetaran las vías institucionales, si en vez de las vías de hecho se incentivara el uso de los canales de representación y participación democrática. Sería una democracia más robusta si se aplicara la ley por igual a todos los ciudadanos, incluidos los vándalos, a quienes abusan de la protesta, y a los indígenas; si se respetara y se respaldara a las autoridades, como garantes de la seguridad y el orden.

Y sería una democracia más robusta si se respetaran los principios liberales, incluida la iniciativa privada, la economía de mercado y la propiedad en manos de los particulares; si en vez de cercenarlas, como lo desea la izquierda, se les protegiera. En Estados Unidos y el Reino Unido, dos democracias longevas, nadie pone en duda estas premisas; existen matices, pero también líneas rojas que no se cruzan. Aquí, está cada día más amenazada.

Cómo será de cierto que tenemos una democracia, que pese a sus falencias, carece de anticuerpos para evitar que lleguen al poder quienes desean destruirla. Porque no nos llamemos a engaño, al Senador Cepeda y a sus seguidores, no les gusta la democracia: la utlizan, que es distinto.
Si la valoraran, respetarían las vías institucionales, el imperio de la ley, y los principios liberales que la engrandecen. La mayor mentira no es que Colombia sea una democracia, sino, que Iván Cepeda crea en este sistema de gobierno.
Sigue en Twitter @FcoLloreda

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