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Hechos y datos

El cambio climático es real, como es real que los humanos somos corresponsables de esa situación. Por eso es importante entender.

14 de mayo de 2022 Por: Francisco José Lloreda Mera

En la comunidad científica se discute si la anomalía (incremento) en la temperatura del planeta es principalmente antropogénica (causado por el ser humano) o un fenómeno cíclico natural. Importante, para saber qué es posible y qué no para contrarrestarlo, y qué es lo más efectivo, dado que el tiempo apremia y los recursos siempre son limitados. Para saber qué y cuánto debe hacerse en mitigación y adaptación al cambio climático.

Distintas fuentes indican que en los últimos 400.000 años ha habido cinco eras de altas temperatura y cuatro de hielo, y el planeta desde 1700, con sus picos y valles, ha estado en continuo calentamiento, independiente del comportamiento del dióxido de carbono. No se explica con facilidad, qué produjo el aumento de temperatura entre 1900 y 1940, por qué se detuvo hasta 1980 y por qué desde entonces y hasta ahora volvió a ascender.

Pero independiente de las causas (las que se conocen y las que no y las que tienen y no sustento científico), incluidas las de los estragos naturales que registran los medios y la discusión sobre la confiabilidad de los mecanismos de medición de la temperatura del planeta, lo cierto es que sí se ha calentado. El cambio climático es real, como es real que los humanos somos corresponsables de esa situación. Por eso es importante entender.

Entender, por ejemplo, que el enemigo son los gases que atrapan la temperatura, y que se conocen como Gases de Efecto Invernadero, GEI. El que más aporta a estos es el vapor de agua, clave en su ciclo, es decir, en la vida del planeta. El porcentaje que se le atribuye varía entre el 50% y 90%. Es causa pues cumple una función natural de termostato y es efecto pues mientras más suba la temperatura, más agua se evapora y más se calienta.

Haciendo a un lado la evaporación de agua, en el orden de responsabilidad de emisiones de GEI siguen el dióxido de carbono y el metano. Al primero se le atribuye alrededor del 60% de estos causados por el ser humano y al segundo cerca del 20%. Y en el caso del dióxido de carbono, CO2, alrededor del 90% se atribuye a combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas) lo que lleva a analizar mejor su importancia y amenaza para el planeta.

El dióxido de carbono representa el 0,05 % de la atmósfera (78% es nitrógeno y el 21% es oxígeno) y juega un rol clave en la temperatura y en la vida del planeta. Sin CO2 no habría vida, así de sencillo; estaríamos en una era de hielo. Es decir, el problema no son el calor o el dióxido de carbono, sino, el nivel de calor y el volumen de CO2; si el planeta está en condición de ‘reciclar’ la cantidad que se produce y cómo afecta la temperatura.

Si a lo anterior se suma que Colombia aporta a nivel global el 0,04% de los GEI y que de estos el 59% se origina en la agricultura, la ganadería, los bosques y en el uso de la tierra y el 31% a generación, transporte y uso de energías, es claro que el país podría pararse en las pestañas que, si los demás no hacen lo que les toca, el impacto será ínfimo, como lo será si por optimizar el aporte del componente energético, se descuidan los demás.

Eso lo tiene claro el Gobierno y el sector privado, que al tiempo de impulsar fuentes de energía renovables y opciones de movilidad urbana, lidera un ambicioso programa de siembra de árboles. Y no es incompatible con la seguridad energética. Pero muchos no lo tienen claro; se desconocen hechos y datos necesarios para una discusión informada. El cambio climático es real y lo que dependa del ser humano para evitar que empeore debe hacerse. Pero con una dosis alta de realismo y responsabilidad. Con inteligencia.

Sigue en Twitter @FcoLloreda

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