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¡Gracias, Presidente!

Más allá de su gobierno, que unos exaltan y otros critican, su paso por la vida dejó no pocas enseñanzas que valen la pena resaltar.

9 de diciembre de 2018 Por: Francisco José Lloreda Mera

¿Miedo a la muerte? le preguntó Darío Arismendi en Caracol Radio en febrero de 2017. “Miedo, no. Es inexorable: nuestras vidas son ríos que van a dar al mar y eso lo sabemos de entradita, de manera que miedo, no”. Y luego dijo: “Pero no somos buenos amigos tampoco.”

Belisario Betancur ha fallecido a los 95 años y con él se ha ido un colombiano de los grandes; con sus virtudes y defectos, admiración y malquerencias. Así es la vida. Similar a otros, el de Betancur fue un gobierno de múltiples hechos y realizaciones. No obstante, se le recuerda por dos: el fallido proceso de paz con las Farc que condujo a la creación de la Unión Patriótica -mezcla nefasta de política y armas- y la toma del Palacio de Justicia, con un trágico desenlace. Estos son quizá de los más difundidos y recordados: una simplificación del pasado, en un país proclive al recuerdo selectivo e ideologizado. Tan es así que en el imaginario de muchos colombianos prima la idea de Betancur como el responsable de la muerte de los magistrados y de cientos de personas en el Palacio de Justicia, al tiempo que se minimiza la responsabilidad de la guerrilla. Basta ver los trinos contra el expresidente -incluso en la hora de su muerte- comparado con la generosidad amnésica con la que el país ha acogido en la política a quienes hicieron parte del M-19. El de Betancur no fue un gobierno fácil porque se atrevió a romper paradigmas. Enarboló la tesis de las causas objetivas de la violencia -hoy bastante revaluada-, lideró la paz en Centro América sin el aval de las potencias, se jugó por la descentralización y la vivienda popular, y le regresó la autosuficiencia petrolera al país. Sorteó sin titubeos el escándalo de los auto-préstamos en la banca, el terremoto de Popayán y la avalancha de Armero.

Pero más allá de su gobierno, que unos exaltan y otros critican, su paso por la vida dejó no pocas enseñanzas que valen la pena resaltar. Primero, su humildad y sencillez. Nunca olvidó su origen campesino, ser uno de los 22 hijos de un arriero -de los que solo cinco sobrevivieron- y el primero de su familia que logró calzarse unos zapatos. De ahí quizá su tesón y perseverancia, que lo llevó en un tercer intento a ser presidente de Colombia. Fue un intelectual de los de verdad, no de los que hacen alarde de una erudición liviana. Ávido de conocimiento, lector incansable, escritor y poeta. Dirán que fue un intelectual extraviado en la política, y no, fue un político culto, que es distinto, de los que quedan pocos y en épocas lejanas gobernaron al país, combinando el poder y la gramática, como Juan José Nieto, Miguel Antonio Caro y Marco Fidel Suárez.

Eran otras ligas, era otro país. Quizá su origen y formación explican la decisión de tomar distancia de la política una vez concluido su gobierno, en un país donde los expresidentes no suelen retirarse. Betancur no: entendió cumplido su ejercicio político y público, con sus aciertos y equivocaciones. Jamás criticó a un sucesor en la presidencia; por el contrario, si se le llamaba a apoyar una causa noble, que creía buena para la patria, ahí estaba. Sin esperar nada a cambio.

En una entrevista reciente dijo: “Para el ser humano lo más enaltecedor es pedir perdón, es decir me equivoqué, perdónenme. Yo lo he hecho y lo haré más en tiempo de futuro, porque el perdón dignifica, el perdón enaltece.” Ojalá el paso de los días contribuya a que se honre su memoria como corresponde. Solía afirmar que él era mejor expresidente que presidente. No es así, Belisario Betancur le cumplió al país con creces. Gracias, Presidente. ​Sigue en Twitter @FcoLloreda

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