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En esta Navidad

En esta Navidad pienso en los niños abandonados por sus padres cuya ilusión de tener un hogar depende de un llamado en televisión por parte de la institución que los tiene a cargo

24 de diciembre de 2017 Por: Francisco José Lloreda Mera

Cada uno vive la navidad a su manera. Unos con profunda fe cristiana, como época de encuentro familiar e intercambio de expresiones de afecto, o de descanso y parranda. O una combinación de estas u otras motivaciones, todas en últimas válidas y humanas. Pero no para todos es una época grata o al menos la Navidad de este año. Cada familia, cada persona, la experimenta distinto, con razones de alegría o de tristeza. Es la vida.

En esta Navidad pienso en los niños abandonados por sus padres cuya ilusión de tener un hogar depende de un llamado en televisión por parte de la institución que los tiene a cargo; en los niños abusados sexualmente por sus padres, familiares o sacerdotes -y que llevan una cicatriz indeleble- y en los niños que a diario ingresan a los pabellones de quemados de los hospitales por un uso indebido, ilegal e irresponsable de pólvora.

En esta Navidad pienso en los ancianos dejados a su suerte por parte de sus familiares, en sus casas o en un geriátrico, abrigados por el silencio y la travesía de sus recuerdos. Pienso en quienes tienen dificultades de salud y aguardan con ilusión que el cambio de calendario les depare mejoría y en quienes han perdido a un ser querido y en lugar de consuelo sólo hallan tristeza en medio del ruido ensordecedor tan propio de la época.

En esta Navidad pienso en quienes están sin trabajo y sobreviven de un exiguo ahorro o gracias al apoyo de un familiar y en quienes han pasado las duras y las maduras para darles a sus hijos un pequeño regalo. Pienso en quienes viven del rebusque o tienen el alma atada a un semáforo, haciendo malabarismo, pedagogía o vendiendo lo que sea, en el ocaso de otro año y con la esperanza de que el nuevo les brinde una sonrisa.

En esta Navidad pienso en los policías y los soldados de nuestro país, que por cumplir con su deber no están hoy con sus familias. Seres de carne y hueso que se esmeran por procurar que el resto de colombianos realicemos sin sobresaltos nuestra rutina diaria; lejos ellos de sus familias y éstas, lejos de ellos, conectados si acaso por un celular; en las ciudades y en el monte, combatiendo el crimen, mientras el resto del país festeja.

En esta Navidad pienso en los venezolanos. Hermanos de historia y sangre, atrapados en una nación grande que paradójicamente se cae a pedazos ante la mirada atónita, impotente o cómplice del resto del mundo. Pienso en quienes lo han dejado todo para cruzar la frontera, como sucedió en antaño con millones de colombianos en el sentido contrario. En la incertidumbre que los agobia, en una navidad bastante atropellada.

Y pienso en nuestro país: en el epílogo de un año difícil para muchos, mejor para otros, fracturado en lo político, preocupado en lo económico, amenazado en lo institucional. Pienso en la dificultad de encontrar lugares y causas comunes, excepto el hastío hacia los corruptos. En la intolerancia y la rabia, contagiosa y en todos lados. En la dificultad de apreciar lo positivo, que lo hay, sin caer tampoco en el ilusionismo gubernamental.

En esta Navidad, pienso en el claroscuro de la vida, que transcurre y nos lleva consigo. En los niños, los ancianos y enfermos, en quienes llevan un dolor que les supera, en los desempleados, policías y soldados, y en los venezolanos que buscan refugio en el país. Pienso en su navidad y en la de los colombianos que no la están pasando bien. En la fuerza interior que les permite seguir adelante y que debe ser un ejemplo para todos.

Sigue en Twitter @FcoLloreda

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