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Duele Cali

Cali no se merece lo que le está pasando. Los caleños no se merecen vivir en una ciudad destruida y anárquica

10 de octubre de 2021 Por: Francisco José Lloreda Mera

Rabia y tristeza siento al recorrer Cali y verla destruida meses después del ruinoso paro nacional. Estaciones del MÍO, semáforos y monumentos, devastados. Una ciudad llena de grafitis cargados de odio y alegoría a la violencia. Una ciudad abandonada, al garete, agresiva y que intimida, que conduce al encierro y a la lógica del sálvese quien pueda. En eso ha terminado convertida Cali, por cuenta de un alcalde inferior a su mandato.

No me detendré en lo que pasó en abril y mayo cuando la ciudad fue sitiada, secuestrada por vándalos y delincuentes, sus accesos bloqueados y desabastecida; algo jamás antes visto. Cada uno recordará esos días en razón de su vivencia, de sus miedos e impotencia. No falta, sin embargo, quién los rememore de una manera distinta, como un ‘despertar ciudadano’. Se confunden los objetivos, loables o no, con la violencia por instrumento.

Enfatizo sí, en lo que está pasando: Cali sigue destruida. El sistema de transporte masivo se acabó, opera a media marcha en algunas zonas; regresamos a un sistema caótico. Las principales estaciones continúan arruinadas, cinco meses después. Duele transitar la Calle 5 de norte a sur, la Carrera 1ª hasta el Puente del Comercio, e incursionar al Centro.
Qué decir de los buses, blanco de unos criminales que algunos legitiman ingenuamente.

Las intersecciones viales, foco directo de la delincuencia, son tierra arrasada. Escasean los semáforos y si los hay no funcionan. Nadie para, por supuesto, o lo hace en medio de un forcejeo por quién pasa primero, alerta a la moto que se aproxima. Igual pasa con las cámaras de seguridad y la iluminación pública, desmanteladas. Es la ley de la selva, de la supervivencia individual y del extravío de la confianza, base de la vida en sociedad.

¿Los grafitis? Me disculpan, pero una cosa es el arte mural y otra en lo que ha terminado Cali. Los puentes son bienes públicos y no bastidores para ‘artistas espontáneos’. Bien puede la administración establecer sitios para las representaciones visuales, pero no nos vengan con el cuento de que los mensajes de la Calle 5ª son arte. No, alcalde: usted tenía la obligación de defender los bienes públicos, no entregárselos a la Primera línea.

Dice la administración que avanza en la recuperación de las estaciones del MÍO y de los semáforos, que son prioridad. Falso. Al día siguiente del caos debieron salir a recuperar los bienes destruidos y pintar de nuevo la infraestructura urbana mancillada, y a como diera lugar, poner a marchar el MÍO. Ahora anuncian como gran solución las estaciones sin vidrios, para que no las destruyan; el reconocimiento de una autoridad desvanecida.

Mientras tanto, anuncia feliz el alcalde la licencia urbanística para legalizar el adefesio a la ‘resistencia’ en Puerto Rellena. Inaceptable. Una cosa es luchar contra las agudas desigualdades sociales de la ciudad y tomar medidas estructurales para que los jóvenes tengan un mejor futuro -en lo que el municipio ha brillado por su ausencia al punto que tuvo que salir el sector privado a llenar ese vacío- y otra, legitimar las acciones violentas.

Cali no se merece lo que le está pasando. Los caleños no se merecen vivir en una ciudad destruida y anárquica. No es un tema de mano dura o blanda: es de defensa del interés general, que ha hecho crisis por cuenta de la incapacidad y la permisividad de quien fue supuestamente elegido para gobernarla, en cumplimiento de la ley. Si el alcalde no tiene claro, como lo sugieren los hechos, que reconstruir y regresarle la normalidad y el orden a la ciudad es prioridad, y actúa, podrá seguir en el cargo, pero será un alcalde de papel.
Sigue en Twitter @FcoLloreda

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