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Después de la tormenta

Comparado con la tormenta del año pasado llegó la calma a la industria petrolera. Si se trata de una calma temporal o prolongada, los hechos y el tiempo lo dirán.

19 de marzo de 2017 Por: Francisco José Lloreda Mera

Comparado con la tormenta del año pasado llegó la calma a la industria petrolera. Si se trata de una calma temporal o prolongada, los hechos y el tiempo lo dirán. Por lo pronto el año que se inicia es visto con mayor optimismo, aunque moderado. La razón principal: la recuperación de los precios hasta alcanzar el rango de USD $50 por barril; un precio bajo comparado con el de hace tres años pero mejor que el del año pasado.

Los últimos dos años fueron muy críticos para la industria petrolera en Colombia. De una producción superior al millón de barriles pasamos a una de 885.000 barriles/día; una caída del 11%. En inversión en exploración y producción (E&P) pasamos de USD $8.280 millones en 2014 a USD $2.290 millones en 2016; un descenso del 72%, lo que acentuó la caída en pozos exploratorios pasando de 131 en 2013 a 25 en 2016 (-81%).

Los colombianos sentimos el golpe de la crisis no en barriles ni pozos de exploración sino en el decrecimiento de la economía (4,3% en 2013 a 2,0% en 2016), en el recorte de programas de inversión ($24 billones anuales en impuestos que dejaron de entrar), y en el bolsillo, por cuenta de dos reformas tributarias (para compensar la caída en la renta petrolera). Es decir, los más perjudicados con la crisis han sido los colombianos.

El 2017 pinta mejor al menos comparado con el 2016 cuando los precios llegaron a USD $27 el barril, amenazando con paralizar la industria petrolera en el país. Para este año las empresas, Ecopetrol a la cabeza, tienen previsto invertir más de USD$ 4.500 millones en E&P, realizando entre 45 y 65 pozos exploratorios y entre 600 a 700 de producción; cifras bajas comparadas con los mejores años, pero por algo se empieza.

Pero las señales de recuperación, ciertas y evidentes, son frágiles. Y lo son, porque no es claro qué suceda con los precios del crudo; si el recorte en producción por parte de la Opep sea sostenible y qué terminen haciendo en el corto plazo países con capacidad de inundar el mercado con hidrocarburos. Es por eso que en las últimas dos semanas hemos visto una mayor volatilidad en los precios y cierto nerviosismo en el mercado.

El Gobierno Nacional y la industria petrolera no se han quedado quietos. Desde el 2014 han tomado medidas para atenuar el golpe de la crisis de precios y en medio de una reforma tributaria de corte fiscalista se creó un instrumento que se espera ayude a impulsar la exploración e incrementar las reservas de petróleo y gas, pues al paso que vamos -y si el precio no repunta-, las reservas probadas del país seguirán cayendo.

Y es así porque nos hemos vuelto demasiado dependientes del precio internacional. Ello se explica porque aún tenemos debilidades importantes en competitividad. Dicho de otra manera, si no logramos un régimen fiscal más competitivo, reglas del juego más claras y predecibles, costos de operación más razonables y menores dificultades para operar en territorio, seguiremos siendo vulnerables a lo que pase con el precio.

Se trata entonces de unos desafíos que no son de poca monta y que dependiendo de qué tanto avancemos en ellos la industria petrolera volverá o no a levantar cabeza. El 2017 se presenta entonces como un año de oportunidad para consolidar la incipiente recuperación y estar en mejor capacidad de competir, independiente de los precios. En ese momento podremos decir con mayor tranquilidad que la tormenta ha pasado.

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