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Curiosidades de un manual

Eran otras costumbres las del Siglo XIX cuando vivió Manuel Antonio Carreño, escritor y diplomático caraqueño. Habrá momento para rememorar sus enseñanzas vigentes, por lo pronto -y para olvidar por un momento algunas de las vicisitudes de nuestra atormentada realidad nacional- retomar unos apartes curiosos de su manual, sugiere, que entonces eran más educados y acicalados, pero un poco acartonados y aburridos.

10 de diciembre de 2017 Por: Francisco José Lloreda Mera

“Al despojarnos de nuestros vestidos del día para entrar en la cama, procedamos con honesto recato y de manera que en ningún momento aparezcamos descubiertos, ni ante los demás, ni ante nuestra propia vista.” “El ronquido, ese ruido áspero y desapacible que algunas personas hacen en medio del sueño, molesta de una manera intolerable a los que las acompañan. Éste no es un movimiento natural y que no pueda evitarse, sino un mal hábito que revela siempre una educación descuidada.” “La costumbre de levantarse en la noche a satisfacer las necesidades corporales, es altamente reprobable; y sólo podría pretender justificarla, el que desconociese todo lo que la educación puede recabar de la naturaleza.” “Guardémonos de entregarnos nunca al rudo y estéril placer de dormir en exceso y no permanezcamos en la cama sino por el tiempo necesario para el natural descanso.” “Es signo de mal carácter y de muy mala educación, el levantarse de mal humor. Para el hombre bien educado, no hay ningún momento en que se crea relevado del deber de ser afable y cortés.” “No salgamos nunca de nuestro aposento sin estar perfectamente vestido; y no creamos que la necesidad de salir de improvisto por un accidente cualquiera, nos autorice para presentarnos mal cubierto o en traje poco decente.” “No está, pues, permitido a un hombre el permanecer en su casa sin corbata, en mangas de camisa, sin medias, ni con los pies mal calzados.” “Es también una falta contra el aseo el llevar las mano a la boca al estornudar, toser, etc. De esta manera se conseguirá, sin duda, no molestar a las personas que están delante, pero la mano quedará necesariamente desaseada.” “No está admitido el nombrar en sociedad los diferentes miembros o lugares del cuerpo, con excepción de aquellos que nunca están cubiertos. Podemos, no obstante, nombrar los pies, aunque de ninguna manera una parte de ellos, como los talones, los dedos, las uñas, etc.” “En ningún caso nos es lícito hacer mención de una persona por medio de un apodo o sobrenombre.” “Es una vulgaridad hablar en sociedad detenidamente de nuestra familia, de nuestra persona, de nuestras enfermedades, de nuestros negocios y de materias puramente profesionales.” “En la mesa nos está severamente prohibidas las discusiones sobre toda materia, las noticias sobre enfermedades, muertes o desgracias de cualquier especie y la enunciación. En fin, toda idea que pueda preocupar los ánimos y causar impresiones desagradables.” “No brindemos a nadie comida ni bebida alguna que hayan tocado nuestros labios; ni platos u otros objetos de esta especie que hayamos usado; ni comida que hayamos tenido en nuestras manos; sí se exceptúan las frutas, cuya corteza las defiende de todo contacto.” “Son actos enteramente impropios y vulgares: poner un pie sobre la rodilla opuesta, fijar detenidamente la vista en una persona, reír a carcajadas y con frecuencia.” “Jamás nos acerquemos tanto a la persona con quien hablamos, que llegue a percibir nuestro aliento.” Eran otras costumbres las del Siglo XIX cuando vivió Manuel Antonio Carreño, escritor y diplomático caraqueño. Habrá momento para rememorar sus enseñanzas vigentes, por lo pronto -y para olvidar por un momento algunas de las vicisitudes de nuestra atormentada realidad nacional- retomar unos apartes curiosos de su manual, sugiere, que entonces eran más educados y acicalados, pero un poco acartonados y aburridos.

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