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Ciudadanos en la guerra

No se trata de que los ciudadanos tomen las armas como en Ucrania, pero sí, en alzar la voz, sin temor, en defensa de los soldados.

1 de mayo de 2022 Por: Vicky Perea García

Las guerras no las ganan los ejércitos, las ganan las naciones con apoyo ciudadano. Un buen ejército es indispensable, pero sin apoyo de la población la posibilidad de victoria disminuye, en especial si el adversario cuenta con un respaldo decidido de su gente. Un ejemplo fue la evacuación de las tropas británicas de Dunkirk en la II Guerra Mundial, en la que cientos de botes de pescadores y de ciudadanos fueron al auxilio de sus soldados.

El caso más reciente es Ucrania. Rusia invadió el país eslavo confiado en una aplastante derrota militar y una pronta rendición del Gobierno. No ha ocurrido ni lo uno ni lo otro, por varias razones: el ejército ruso está mal preparado y con la moral baja, subestimó a los militares ucranianos, la población rusa está divida con la guerra, y los ciudadanos del país agredido decidieron armarse y luchar junto al ejército para defender a su nación.

Una guerra convencional -entre ejércitos- se transformó en un conflicto irregular; Rusia enfrenta no solo a un ejército crecido sino a una ciudadanía en pie de lucha. Es decir, además de tumbar al Gobierno y derrotar a los militares, tendrá que someter a millones de ucranianos. Por eso no cayó la capital, Kiev, obligando al Kremlin a replegarse al Este. De no ser por el apoyo externo y la contención ciudadana, Ucrania sería parte de Rusia.

Mientras el presidente Zelenski manifiesta estar dispuesto a reunirse con Putin para poner fin de la guerra, este prepara una nueva ofensiva, demoledora, para quedarse con el Este de Ucrania. Por eso los ataques despiadados contra Mariúpol, el principal puerto sobre el Mar de Azov, entre Ucrania, Rusia y Crimea. Es el Plan B de Rusia, en el que no cederá fácil, pues tratará de salvar algo de cara ante el fiasco militar en el resto del país.

Este recuento tiene un fin: resaltar la importancia de los ciudadanos en las guerras. No es fácil ganar una guerra sin respaldo a nivel doméstico ni enfrentar a un enemigo que se mimetiza entre la ciudadanía. No es fácil ganar la guerra a un pueblo entero y menos si está armado o convencido de la causa que defiende; el ejemplo clásico es la guerra de Vietnam. Pero tampoco es imposible, la Guerra del Golfo lo evidencia. Eso lo sabe Putin.

Estas reflexiones aplican a Colombia. No es fácil derrotar al enemigo si la moral de las Fuerzas Militares está lastimada. El Ejército no es infalible, algunos de sus integrantes han cometido errores y delitos graves que deben ser investigados y sancionados. Pero de ahí al cuestionamiento sistemático y generalizado en su contra, hay un largo trecho. Las acusaciones temerarias y calumniosas a las fuerzas del orden no se deben tolerar.

Lo más preocupante es que esos señalamientos encuentran tierra fértil en el mutismo de quienes valoran a las Fuerzas Militares; las encuestas confirman que cuentan con un respaldo ciudadano mayoritario, pero el silencio de esa mayoría deja el campo abierto a quienes se empeñan en minar la credibilidad de la institución castrense; preámbulo de una eventual purga para promover a oficiales de menor rango y cooptar al Ejército.

Colombia no libra una guerra convencional, libra una confrontación entre el Estado y organizaciones criminales que acuden a la violencia para imponer sus intereses. Y en ese conflicto sin fin, las Fuerzas Militares se han ido quedando solas. No se trata de que los ciudadanos tomen las armas como en Ucrania, pero sí, en alzar la voz, sin temor, en defensa de los soldados. “No me estremece la maldad de los malos sino la indiferencia de los buenos”, dijo Martin Luther King. Indiferencia que pone en riesgo a la democracia.

Sigue en Twitter @FcoLloreda

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