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Aviones en tierra

El problema no es Avianca: es la aviación a nivel mundial que se está cayendo a pedazos, incluidas todas las aerolíneas colombianas.

17 de mayo de 2020 Por: Francisco José Lloreda Mera

El problema no es Avianca: es la aviación a nivel mundial que se está cayendo a pedazos, incluidas todas las aerolíneas colombianas. Y es un error pensar que ese no es un asunto nuestro sino solo de los accionistas. Dejar hundir estas empresas sería nefasto, más con la infraestructura vial del país; pese a haber mejorado es aún precaria, y la conexión por tierra con Ecuador y Venezuela es limitada, y con Centro y Norteamérica, inexistente.

Es factible que al concluir mayo la mayoría de aerolíneas a nivel global estén quebradas. El número de vuelos se ha reducido 70% y en algunos países 90%; hay 16.000 aviones en tierra; las pérdidas de la industria supera los USD 500 billones, y están en riesgo 70 millones de empleos directos. En el caso de Colombia son más de 75.000 empleos del sector, sin incluir más de un millón asociados al turismo, ligados a la aviación comercial.

No es cierto, como lo han dicho algunos, que en Colombia no exista una política de cielos abiertos; más de 20 aerolíneas internacionales operan en el país. Tampoco, que no haya competencia a nivel doméstico. Dos ejemplos: EasyFly montó un centro de conexiones en Cali y Latam ha incursionado con éxito en Medellín. Al igual que Avianca, Copa y Viva Air, son empresas constituidas en Colombia, con operaciones permanentes en el país.

Lo que no se permite es que una aerolínea extranjera, sin domicilio en Colombia y con pilotos foráneos, entre en paracaídas y sin cumplir la regulación interna, a operar rutas nacionales. Es similar en otros países; vaya y pida en Estados Unidos o en Alemania que le den a una aerolínea colombiana las rutas Atlanta-Chicago de Delta o Frankfurt-Berlín de Lufthansa. Los vuelos domésticos se rigen por normas distintas a los internacionales.

Sorprende entonces la tirria de algunos con Avianca, una aerolínea que sin ser infalible, le ha servido con creces al país. Es cierto que tiene rutas costosas y que en ocasiones es impuntual. Pero es una gran aerolínea, más cuando se le compara integralmente con otras de la región y de Europa; United, American e Iberia, para mencionar solo algunas, no la superan en servicio, y los pilotos de Avianca y del país en general, son excelentes.

Además, el costo de los tiquetes y el cumplimiento de itinerarios no solo depende de las empresas. Las tasas aeroportuarias del país son altas y súmeles un IVA del 19%. En una tarifa mediana, entre el 35 y 40 % del valor de un tiquete son impuestos, y hay regiones donde por escasez de demanda es costoso volar. Y aunque Bogotá cuenta con buena infraestructura, se cierra con frecuencia, afectando la operación y los horarios.

Colombia necesita el transporte aéreo. Es una industria clave para nuestro desarrollo. Por eso sorprende que Germán Vargas haya sugerido siquiera que no importa si se totea Avianca pues, según él, no aporta a la competitividad del país. Se equivoca. Y qué tal Petro, propuso pasarle esas rutas a Satena y en vez de salvar las aerolíneas, invertir en ferrocarriles. Increíble. Solo le faltó decir que sembremos aguacate en los aeropuertos.

Hizo bien Avianca en aplicar a la ley de quiebras de Estados Unidos, de lo contrario ya estaría muerta. Y no es fácil para el Gobierno Nacional ayudar a todos los sectores, pero en la medida de sus posibilidades, debe apoyar con créditos o garantías a las aerolíneas nacionales, así lo están haciendo otros países porque las consideran estratégicas. No se excusan las fallas de las aerolíneas, pero si no se entiende la gravedad de la situación, y que sí tiene que ver con nosotros, preparémonos para un duro y doloroso aterrizaje.

Sigue en Twitter @FcoLloreda

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