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¿Y la democracia?

El presidente Duque tiene un mandato popular. Y juró cumplir la Constitución.

20 de diciembre de 2019 Por: Fernando Cepeda Ulloa

El presidente Duque tiene un mandato popular. Y juró cumplir la Constitución. Los congresistas tienen un mandato constitucional, hacer las leyes, modificarlas, criticar las políticas gubernamentales o apoyarlas, estar atentos a las demandas de la ciudadanía. Los alcaldes deben registrar su programa de gobierno.

La esencia de la democracia es confiarle a los diferentes poderes, Ejecutivo, Legislativo, Judicial, una tarea que debe desarrollarse armónicamente así existan desacuerdos, los cuales se resuelven conforme a reglas establecidas y por todos aceptadas.

Y el Poder Judicial tiene otros mandatos constitucionales, principalísimo, hacer cumplir las leyes y asegurar que las otras Ramas del Poder Público, respeten las Reglas del Juego, o sea, la Constitución y demás normas. Es dimensión esencial del consenso fundamental en una sociedad.

La protesta ciudadana es derecho democrático. Todos tenemos que protegerlo, garantizarlo. Pero no goza de poderes ilimitados. También, tiene que ceñirse a las Reglas del Juego, o sea, al imperio de la Ley. El Estado de Derecho no queda suspendido ni desaparece ante la protesta ciudadana. Esta lo refuerza. La protesta no tiene capacidad legal de desconocer al Congreso, al Presidente, a los Jueces.

Mal podría la protesta exigir absolución de un incriminado o revocatoria de una sentencia condenatoria o absolutoria.

Hacer invivible la República, insoportable la vida cotidiana, es ahora método con alguna eficacia. Lo que se ha hecho en Chile destruyendo simultáneamente, es decir, organizada y planeadamente, casi todas las estaciones del sistema de transporte masivo. Así, otras expresiones de violencia.

Leyendo las más de cien exigencias del Comité de Paro, muchos se preguntan si ocurrió una revolución en Colombia en virtud de la cual leyes viejas o nuevas deben desaparecer, porque es el querer de una minoría cuyos dirigentes consideran que en la calle quedan anulados el Poder Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. ¡Y si obtuvieran la satisfacción a todas sus exigencias, su vigencia podría ser derogada por otro Comité!

¿Las Políticas Públicas, entonces, estarían determinadas por estas manifestaciones?

En 1986 la Unión Patriótica, partido de las Farc, jugó papel serio en el Congreso con senadores y representantes elegidos popularmente. Hoy lo degradan llevando el ruido de las cacerolas al recinto sagrado (¿ya no?) de las Leyes. Y no la persuasión resultante de buenos argumentos y de inteligente participación en ese recinto del debate democrático, civilizado, respetuoso, ilustrado.

Cuando un grupo de congresistas renuncia a su papel de voceros inteligentes de algún sector de la ciudadanía para sustituirlo con el ruido de las cacerolas, están propinándole duro golpe a nuestra tradición democrática. Ese nuevo mensaje es un comportamiento inaceptable.

¿Perder las elecciones presidenciales no tiene significado? ¿Ganarlas, tampoco? Los 117.000 candidatos de las recientes elecciones territoriales, quienes ganaron y quienes perdieron, ¿no representaban nada? ¿Cancelamos sus credenciales? ¿Suspendemos sus salarios?

El pliego de peticiones por sí solo significa desconocer dos procesos electorales (2018-2019). ¿Estamos ante un nuevo orden institucional? Si el presidente Duque responde afirmativamente todo el pliego, estaría violando gravemente su juramento de cumplir la Constitución. ¿Eso sería aceptable?

La esencia de nuestra democracia está en juego. Hay que entenderlo. Hay formas y canales institucionales. Las elecciones son el más significativo y no pueden sustituirse con cacerolas.

La oposición -tan importante en una democracia- comete error gravísimo degradando la institución donde ella juega papel protagónico. Su deber es defenderla. Exaltarla.

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