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Salud…

Estamos globalizados. Aunque en algunas de sus dimensiones hay crisis. Ha quedado en plena evidencia que un problema de salud en una lejana ciudad de un remoto país como China, afecta al mundo entero.

17 de marzo de 2020 Por: Fernando Cepeda Ulloa

Estamos globalizados. Aunque en algunas de sus dimensiones hay crisis. Ha quedado en plena evidencia que un problema de salud en una lejana ciudad de un remoto país como China, afecta al mundo entero. Y no de cualquier manera. En la vida diaria, las relaciones familiares, el trabajo, el transporte, la recreación y, quién lo creyera, hasta en el trabajo intelectual. Que universidades como la de Harvard que tiene una escuela de Salud reconocida mundialmente clausure sus actividades académicas, es un mensaje contundente que, por supuesto, desata actitudes similares en otras universidades grandes y pequeñas. Se diría que todo está en cuarentena. Por fortuna contamos con herramientas tecnológicas que nos permiten superar los obstáculos que, de otra manera, habrían podido bloquear nuestro quehacer. Veremos si su utilización masiva aguanta. Sin duda, quedarán lecciones para un futuro normal en el cual generarán nuevas formas rutinarias de enseñanza y trabajo.

Se hablaba de la globalización financiera, del comercio mundial, del entretenimiento que alcanzaba a todos los rincones del universo, etc. No se hablaba mucho de la salud, pese a que existía una organización mundial para el tema, y otras de tipo regional. Pero hoy sabemos con nitidez que si hay un fenómeno globalizado es el de la salud. Que no hay países por ricos que sean, por avanzados que estén, eximidos de una pandemia o de una epidemia y también nos damos cuenta de que un fenómeno de esta naturaleza afecta todo. Las compañías aéreas, el transporte férreo o masivo, los hoteles, los restaurantes, los estadios y centros deportivos, las catedrales, los museos, las iglesias, los colegios, las convenciones sectoriales, las reuniones profesionales, ¡qué sé yo!, quedan gravemente afectadas y algunas al borde de la quiebra o de la desaparición.

La manera como evoluciona una pandemia como la que estamos viviendo es asombrosa. En menos de 24 horas hemos conocido decisiones radicales de gobiernos, instituciones, iglesias, universidades. Prohibir los vuelos de todo un continente a un país tan significativo como los Estados Unidos no es una decisión menor. Someter a cuarentena a todos los pasajeros que llegan de ciertos países es, también, algo tremendo. Tramitar la vida académica por medios electrónicos, igualmente un cambio desconcertante.

El Premio Nobel (2015) Angus Deaton, en su libro ‘El gran escape’ incorpora en el subtítulo la salud y la riqueza entre los orígenes de la desigualdad. ¡Ojo! Desigualdad en los sistemas de salud en el mundo implica un riesgo para todos. Es algo que debe quedar muy claro en la conciencia de todos los ciudadanos después de esta inusitada experiencia. Las pandemias están a la vuelta de la esquina. Como nunca, es cierto que vivimos en una aldea global. Darse el supuesto lujo de tener un sistema de salud perfecto parece algo inviable porque las enfermedades, algunas de ellas letales, no conocen fronteras. No saben si se dispersan en un país pobre o rico. Lo que estamos percibiendo es una crisis mayor en países ricos. Lo que ha ocurrido en Italia es más que aleccionador. Y, ahora, Estados Unidos trata de prevenir un mal mayor. Nada fácil.

Colombia recibió elogios inesperados por el sistema de salud que introdujo la Ley 100, de la cual fue ponente el entonces senador Álvaro Uribe, en la administración Gaviria. La pandemia de la corrupción lo ha deteriorado gravemente.

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