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Redes estructuradas

Hago esfuerzos por mantenerme al día con la bibliografía más significativa sobre...

12 de septiembre de 2015 Por: Fernando Cepeda Ulloa

Hago esfuerzos por mantenerme al día con la bibliografía más significativa sobre la corrupción, transformada cada día más, en nuestro país y en otras partes, en crimen organizado. Recientemente leí el libro de Sarah Chayes, de la Institución Carnegie, titulado ‘Ladrones del Estado. Por qué la corrupción amenaza la seguridad global’. Analiza varios casos: Afganistán, Marruecos, Argelia, Túnez, Egipto, Nigeria y hace reiteradas comparaciones históricas. Al llegar a la página 185 me encontré con una afirmación rotunda, impactante: “En Albania, Argentina, Bulgaria, Colombia, Honduras, México y Montenegro, entre otros países agudamente corruptos, los funcionarios públicos han entrado en alianzas desestabilizadoras, inclusive en simbiosis con superpoderes criminales transnacionales: sindicatos de drogas y armas cuyas actividades se extienden por varios continentes”.En ocasiones anteriores he citado libros de autores colombianos que describen esas alianzas en Colombia y, en vano, he tratado de llamar la atención sobre fenómeno tan complejo y peligroso. Las manifestaciones del mismo aparecen casi a diario en los medios de comunicación. Dejando atrás lo que ha significado en nuestra historia reciente este tipo de alianzas por parte de los grupos armados ilegales con funcionarios públicos, no sobra hacer un rapidísimo e incompleto repaso de lo que nos han contado recientemente.Las organizaciones criminales están detrás de los programas dirigidos a la alimentación de los niños; de la violación de normas nacionales e internacionales en la oficina de migraciones; la de los jueces y fiscales en la Costa Atlántica para cambiar las sentencias penales; la de diferentes entidades públicas y privadas en el sistema de salud; la de los colegios y maestros fantasmas en Buenaventura; la de la alcaldesa de Florencia, algunos de sus funcionarios y miembros del Concejo Municipal; la del cartel de abogados que se dedicaba a obtener pensiones indebidas o incrementarlas torticeramente; la que desnaturalizaba el sentido de los exámenes de ingreso o promoción en el sistema de carreras basadas en méritos; la que valerosamente documentó Juan Martín Caicedo, Presidente de la Cámara de Infraestructura, cuando denunció los carteles que controlan licitaciones en las regiones; la del Fondo de Vigilancia de Bogotá y la de la Unidad de Protección del nivel nacional, etc., etc., etc.En la penumbra quedan el caso de la Guajira, del carrusel de la contratación en Bogotá, o el de universidades como San Martín, la Autónoma de Barranquilla, o el de Interbolsa…Todos estos casos, apenas una muestra de lo que está ocurriendo, revelan dos cosas: 1. Que el recetario convencional contra la corrupción no funciona porque el fenómeno es mucho más complejo y difícil de atacar 2. Que los modelos de operación de estas organizaciones criminales son muy dinámicos y se acomodan a situaciones concretas. Algunos utilizan diversas formas de violencia para lograr sus perversos objetivos (intimidación, extorsión, homicidio); otros los alcanzan por las buenas, con la seducción del enriquecimiento fácil. Son redes estructuradas. No se trata de manzanas podridas, dice el libro mencionado. La financiación de la política juega papel central. Este comportamiento nefasto hace metástasis, muy rápidamente. ¿Hay un colapso moral? El impacto en el sistema político es arrollador, es más obvio, se pierde la credibilidad en la política y en los políticos: Guatemala.

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