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¿Más débil?

El Acuerdo de Paz, lo dice su nombre, era un paso clave para fortalecer el Acuerdo Nacional, o sea, el Consenso sobre una cuestión fundamental, a saber: el monopolio de las armas, el control del territorio, el imperio de la ley, es decir, el fortalecimiento del Estado y, en consecuencia, de la gobernabilidad democrática.

15 de diciembre de 2017 Por: Fernando Cepeda Ulloa

Se trataba de fortalecer el Estado y así el Gobierno. El dividendo político del cual se hablaba poco era el mejoramiento de la gobernabilidad democrática. Garantizar el imperio de la ley en todo el territorio. Es bien sabido que el gran problema de Colombia, históricamente, ha sido la debilidad del Estado. Por supuesto, un acuerdo con la guerrilla más fuerte, más persistente, más rica, era un esfuerzo para reducir en forma significativa esa debilidad. Por ello se planteaba como la victoria y así lo celebraban las Fuerzas Militares.

Es legítimo y oportuno preguntarse si lo que tenemos hoy es, acaso, ¿un Estado más débil? ¿Una Gobernabilidad democrática disminuida? Lo planteo como pregunta, para propiciar un debate, a sabiendas que eludimos, una y otra vez, controvertir cuestiones fundamentales.
El consenso sobre los temas fundamentales (agreement on fundamentals, dicen los anglosajones) es la base de una sociedad política. A partir de ese acuerdo se construye el desacuerdo sobre todos los demás temas y se mantiene un ambiente democrático de controversia que alimenta la alternación en el poder y legitima el papel de la oposición.

El Acuerdo de Paz, lo dice su nombre, era un paso clave para fortalecer el Acuerdo Nacional, o sea, el Consenso sobre una cuestión fundamental, a saber: el monopolio de las armas, el control del territorio, el imperio de la ley, es decir, el fortalecimiento del Estado y, en consecuencia, de la gobernabilidad democrática.

Infortunadamente, el Acuerdo de Finalización del Conflicto rompió el Consenso y a partir de ello buena parte de las decisiones y propuestas son susceptibles de sospecha. Un consenso auténtico habría permitido una serie de determinaciones sin mayores dificultades. Habría confianza y optimismo y confianza en el futuro. Pero no; hay mutuas acusaciones de incumplimiento de lo acordado, hay desconfianza, pesimismo y diversos grados de incertidumbre.

Este ambiente no fortalece la gobernabilidad democrática sino que la debilita. El dividendo político de La Paz no fructifica. Y el ambiente se enrarece aún más con los escándalos de megacorrupción. Ahora sí correctamente denominados, por la Corte Suprema y la Procuraduría como Crimen Organizado. Y están a la vista otros fenómenos que parecen agudizarse. La degradación de la vida política, por decir lo menos. Controvertidas aplicaciones de la ley que ponen en tela de juicio el principio democrático de la independencia de los poderes. Ejemplos deprimentes de la casi total ausencia de gobernabilidad de nuestras fronteras o de incuria en la gestión administrativa de territorios tan importantes como el Chocó, el Archipiélago de San Andrés y Providencia, o la Guajira...

El Informe sobre el desarrollo del Grupo del Banco Mundial parece escrito para nosotros: ‘Governance and the Law’, Gobernabilidad y Estado de Derecho. (2017). En la primera línea del prefacio su Presidente escribe: “Líderes formuladores de políticas y profesionales del desarrollo a menudo se preocupan porque políticas públicas bien intencionadas que han sido diseñadas para mejorar la vida de sus comunidades fallan cuando se trata de producir resultados. La comunidad del desarrollo global tiene que ir más allá de la pregunta ¿Cuál es la política correcta? Y más bien preguntarse ¿Qué es lo que hace que las políticas logren sus objetivos para producir resultados que mejoren el nivel de vida?”. Y concluye: la respuesta es mejor gobernabilidad, compromiso, coordinación y cooperación para asegurar resultados.

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