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Integridad electoral

Es que el Sistema Electoral es un pilar fundamental de la arquitectura institucional. Sabemos que la historia del sufragio electoral ha sido tortuosa y lo que está ocurriendo es otra muestra de esa tradición.

16 de julio de 2021 Por: Fernando Cepeda Ulloa

La estrategia electoral del Partido Republicano es claramente una amenaza a la democracia americana y, por supuesto, un pésimo ejemplo para todas las demás. Apenas obvio que el presidente Biden, desde Filadelfia, haya reaccionado enérgicamente para descalificar las decisiones que se habían venido tomando en diferentes Estados de la Unión para lograr un objetivo: la supresión del voto, particularmente de grupos minoritarios tradicionalmente adeptos al Partido Demócrata.

Semejante estrategia que ya venía en marcha desde antes de la última elección, es producto de la autonomía que tienen los Estados en la federación americana para fijar las reglas del proceso electoral. Ello se hizo evidente en el debate sobre si había habido fraude, si los votos por correo eran creíbles, si el número de días para recibirlos era apropiado, etc. Todo se clarificó y uno se asombra de que todavía el expresidente Trump siga proclamando que le robaron las elecciones y que ese alegato tenga resonancia en las huestes republicanas. Así se le ha hecho un durísimo cuestionamiento a la integridad de la democracia, en Estados Unidos y en el resto del mundo.

Es que el Sistema Electoral es un pilar fundamental de la arquitectura institucional. Sabemos que la historia del sufragio electoral ha sido tortuosa y lo que está ocurriendo es otra muestra de esa tradición.

¿Quién puede votar?, ¿desde qué edad?, ¿sólo los propietarios?, ¿se requieren calificaciones educativas?, ¿Y las mujeres?, ¿y las personas de color?, ¿y los inmigrantes?, ¿y los prisioneros?, ¿y los militares?, ¿y quienes viven fuera de su patria? Algunos dirían hoy, ¿y los que no están vacunados contra el Covid-19? Miles de páginas nos describen los conflictos y las grandes batallas para lograr el voto universal y secreto. Y para asegurar distritos electorales que no estén cargados en favor de los votantes de una agrupación política. Y cómo contabilizar los votos etc.
Muy complejo. Cada país tiene su particular historia en esta materia.

Y como que es una historia que no termina. Colombia con una gran tradición electoral que profesores como Bushnell y Posada-Carbo han estudiado, no da por terminada esa tarea. La Constitución de 1991, cuyas tres décadas estamos conmemorando, introdujo nuevos mecanismos que abrieron significativamente el juego político. Y del bipartidismo pasamos al multipartidismo, la fila india para acceder a la Presidencia se acabó, las alcaldías y gobernaciones pasaron a ser objeto de la competencia electoral y así se abrió la que he denominado la carrera ejecutiva política y es así como gobernadores y alcaldes son ahora personalidades presidenciables. En su momento, Álvaro Uribe y desde entonces Lucho Garzón, Antanas Mockus, Gustavo Petro, Enrique Peñalosa y para 2022 más de seis...

La circunscripción nacional para la elección del Senado favorece a las minorías y así a nuevas agrupaciones, principalmente de izquierda. Los problemas de la democracia en 1991 se buscó resolverlos con más democracia. La obra de Virgilio Barco y César Gaviria, de los Constituyentes y quienes asesoraron el proceso. Un gran consenso acompañó esas modificaciones a la vieja Constitución de 1886. Y son varias las innovaciones introducidas desde entonces. Y las que vendrán.

Desconceptuar el proceso electoral debilita fuertemente la cultura democrática. Fortalecer la integridad del sistema electoral, protegerla y preservar la credibilidad en ella, en cada resultado, es vital para la supervivencia de la democracia liberal.

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