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Histórico

Es indispensable que esta política migratoria forme parte de una estrategia global de la comunidad internacional para devolverles a los venezolanos el derecho de vivir en su patria

12 de febrero de 2021 Por: Vicky Perea García

El momento de Ángela Merkel en Colombia. Así titula el informe de noticias de Microsoft (Signal) sobre la decisión del presidente Iván Duque y la canciller Claudia Blum para permitir la legalización temporal de los migrantes venezolanos, más de 1.700.000.

Es un gesto de enorme generosidad de Colombia hacia sus hermanos venezolanos que la comunidad internacional ha exaltado. No es cualquier decisión menor. Es incorporar a la ciudadanía colombiana con todos sus derechos y deberes (excepto el derecho de voto) acaso 2 millones de personas que ya vienen siendo protegidas de alguna forma desde 2017.

Recuerda el informe que una decisión similar adoptó la admirada gobernante de Alemania, Ángela Merkel, en desacuerdo con varios países de la Unión Europea, frente a la migración siria, en 2015. Así se extendieron los beneficios de una sociedad -esa sí bien rica- a un millón de personas. La señora Merkel habría dicho “nosotros podemos hacerlo”. Les otorgó asilo en condición de refugiados. Pero el presidente Duque, añade el informe, lo hizo para casi el doble de personas.

Mucho más significativo si se compara la situación económica de Colombia con la de Alemania. Y si se toman en cuenta otros factores, la decisión resulta aún más meritoria. Para qué recordar los enormes costos de la implementación del proceso de paz o los impactos económicos descomunales de la pandemia. Aludimos tan solo a dos elementos y pasamos por alto otros como las inundaciones y demás catástrofes naturales.

Por supuesto, las críticas no se demorarán. Así le ocurrió a la señora Merkel. Y no se puede descartar que haya resentimientos entre la población colombiana, dada la precariedad en la cual están viviendo millones de colombianos. El sólo tema de las vacunas ya ha planteado cuestionamientos. Por fortuna, gobiernos como los de Estado Unidos, Alemania y Canadá han expresado su interés en colaborar. Son los riesgos de impopularidad que un presidente está obligado a asumir, no obstante, que conozca casos sobre la hostilidad de la ciudadanía a esta situación, como lo indican encuestas recientes.

Paradójicamente, este gesto admirable coincide con el informe de Human Rights Watch sobre la situación de ciudadanos que trabajan en defensa de los derechos humanos, o de excombatientes de las Farc o de funcionarios que ayudan en el programa de sustitución de cultivos.

Es un tema muy diferente. También, requiere de una colaboración internacional. Las recomendaciones de esta investigación no son de fácil materialización y, tampoco es la primera vez que se presentan. Este ha sido un horrible problema en Colombia.

El poder creciente de los grupos armados delincuenciales tiene una altísima cuota de responsabilidad con su involucramiento en el negocio criminal de las drogas que, como se sabe, es el principal causante de esta forma de violencia.

Es indispensable que esta política migratoria forme parte de una estrategia global de la comunidad internacional para devolverles a los venezolanos el derecho de vivir en su patria y de gozar en ella sus derechos y deberes, incluyendo la vida democrática. Si no es así, esto la convertiría en un incentivo que generaría otros millones de migrantes que sería imposible absorber.

El presidente Duque y la canciller Blum se han ganado el elogio de sus homólogos en el mundo, quienes han declarado esta decisión como histórica y sin precedentes.

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