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¿Hasta cuándo?

Esta semana Idea (el Instituto para la Democracia y la Asistencia Electoral) y la Cepal, convocaron a un grupo de latinoamericanos para reflexionar sobre el estado de la democracia en América Latina.

30 de noviembre de 2018 Por: Fernando Cepeda Ulloa

Esta semana Idea (el Instituto para la Democracia y la Asistencia Electoral) y la Cepal, convocaron a un grupo de latinoamericanos para reflexionar sobre el estado de la democracia en América Latina. Los temas de la clase media y su relevancia, de las redes sociales y su impacto en el proceso político, el de la pérdida de confianza en las instituciones y en la propia política, etc., fueron mencionados reiteradamente.

El asunto de la financiación de los partidos, de las campañas y de los políticos estaba presente en todas las discusiones y es evidente la preocupación por encontrar una respuesta adecuada a este tema que ha sido tan esquivo frente a las regulaciones que se han venido estableciendo para regularlo, realmente, sin éxito.

En el resumen del informe ‘El estado de la democracia en el mundo 2017’ se introduce este tema de la siguiente manera: “Dinero, influencia, corrupción y captura: ¿Es posible proteger la democracia?”. Un párrafo introductorio resume así las conclusiones al respecto (y voy a citarlo completamente): “Los escándalos de corrupción influyen en la forma como se percibe la política democrática. E stos ponen en peligro la confianza de los ciudadanos en los políticos, los partidos y las instituciones; fomentan las protestas e inspiran una profunda indignación. La ciudadanía suele asociar la política a la corrupción y al enriquecimiento personal (Edelman Insights, 2013).

Incluso cuando se destina el dinero al ámbito político de manera legal, la influencia desproporcionada de los grandes donantes sobre la toma de decisiones públicas, agrava la ya erosionada percepción de la política. Cuando los escándalos políticos abruman a la ciudadanía, se olvida o se resta importancia al hecho de que el dinero es un recurso importante para comunicarse con el electorado, llevar a cabo adecuadamente las campañas electorales, fortalecer las organizaciones políticas, apoyar la investigación en materia de política o capacitar a miembros del partido”.

No sobra afirmar que en todas partes han existido, por fortuna, donantes que buscan el interés público y no el beneficio para ellos, sus negocios o su familia. Pero, en general, no es exagerado concurrir con la afirmación de un Senador de Estados Unidos quien, al referirse a este complejo tópico, afirmó: “Usted no puede nadar en el océano sin mojarse; usted no puede ser parte de este sistema sin ensuciarse”. Un Representante a la Cámara, también estadounidense, consideró que el acceso que tienen los grandes donantes “va más allá de las oportunidades que el ciudadano común tiene para ser escuchado”.

Es que no terminan los escándalos sobre corrupción ligados a la financiación de las campañas. El caso Odebrecht, por fin, los ha puesto en el primer plano a nivel regional. El juez de este caso, Robert L. Capers, en su decisión de diciembre de 2016 en los puntos 44 y 45, hizo referencia específica a la financiación de campañas, lo mismo que en otros puntos de su decisión que ha producido este tsunami político en América Latina.

Es muy significativo que el juez que estaba decidiendo en materia de sobornos se refiriera a la financiación política. Ello indica que había otras intencionalidades en las actividades de esta empresa global brasileña que no han sido claramente establecidas pero que ya han generado desastres políticos en varios países.

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