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Francia elige

Francia siempre ha dado mucho que hablar porque allá ocurren fenómenos políticos, acontecimientos intelectuales, científicos y otros de la vida cotidiana (la moda, la música…) que ofrecen siempre abundantes ejemplos para admirar, imitar y controvertir.

22 de abril de 2017 Por: Fernando Cepeda Ulloa

Francia siempre ha dado mucho que hablar porque allá ocurren fenómenos políticos, acontecimientos intelectuales, científicos y otros de la vida cotidiana (la moda, la música…) que ofrecen siempre abundantes ejemplos para admirar, imitar y controvertir.

Gracias a la figura imponente -física, intelectual y militar- de De Gaulle, Francia encontró un camino de estabilidad política y de prosperidad a partir de 1958. Han pasado casi sesenta años. El mundo ha experimentado cambios descomunales en todos los campos. Algunos creen que el dinamismo de sus instituciones y de las ideas parece no corresponder a la nueva sociedad, que no satisface los nuevos retos.

Mañana un pueblo desconcertado y hasta desilusionado (47 millones) dirá qué prefiere, qué opción lo convence para, en una segunda vuelta inescapable, el próximo 7 de mayo, señalar quién establecerá el futuro derrotero.

Hay once candidatos de casi todos los sabores, colores y tendencias. Una campaña presidencial atípica, por decir lo menos. Por primera vez en este capítulo de la V República, el presidente en ejercicio decidió no aspirar a la reelección. Su desprestigio llegó a un nivel que hacía inviable cualquier ambición. Algunos de sus ministros se alejaron con anticipación para tomar distancia y concursar.

Uno de ellos, el de Economía, Emmanuel Macron, ha logrado impactar un sector importante. Muchos lo han percibido como la estrella naciente. Apenas tiene 39 años y no puede ofrecer el recorrido que tradicionalmente respalda un candidato presidencial en Francia. Así, joven, apuesto, con el sello intelectual que ha caracterizado la política francesa, filósofo político, dicen. Original en su pensamiento, en su aproximación a la vida política y en su vida personal. Sacudió el tablero. Un intelectual que lo entrevistó hace varias semanas para una importante revista que le dio toda la trascendencia a la candidatura de Macron, dijo que éste tenía “el síndrome de la virginidad” porque -en buena hora- había logrado que se olvidara que había sido ministro de un gobierno socialista, no obstante haber sido banquero.

En su vida personal se destacan su seriedad, originalidad y, cómo no decirlo, su vida matrimonial que se inició cuando puso en marcha un proceso de seducción hacia su profesora de literatura en el colegio, casada y con tres hijos. Relación, entonces admirable, que sigue siendo así. ¿Acaso un seductor, también de los votantes? Esta profesora dice que con sus cartas y llamadas logró vencer sus resistencias. Supieron esperar hasta tomar la decisión de llevar vida matrimonial.

Leían y leen juntos, como que es un romance duradero, que nace de la lectura común. Resulta sorprendente que la primera reacción de Macron al deplorable hecho terrorista de esta semana, allá en los Campos Elíseos, fuera la de proclamarse como un protector de Francia. Es un candidato antiestablecimiento -que es lo que está de moda- pero que pertenece al establecimiento. Es el Otro. Y se podría decir que realmente no lo es. ¿O si? Pero esa fue la imagen que logró proyectar.

Ha sido un liderazgo construido a la velocidad y luminosidad de un relámpago. Iluminado. La gran incógnita es quién será el contendor que confrontaría en la segunda vuelta, porque se da por descontado que hasta allá llegará. ¿Acaso Marine Le Pen, o el exprimer ministro Fillon, que encarna, él sí, las establecidas tradiciones políticas?

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