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Estado fallido

Excelente el triunfo de Biden. Muy positivo para Colombia. Su serenidad y civilidad, sus buenas maneras, su moderación ejemplar son una garantía.

13 de noviembre de 2020 Por: Fernando Cepeda Ulloa

Excelente el triunfo de Biden. Muy positivo para Colombia. Su serenidad y civilidad, sus buenas maneras, su moderación ejemplar son una garantía. Permiten anticipar que las mejores virtudes de la admirable democracia norteamericana sobrevivirán y continuarán siendo un referente. Es lo que el propio Biden llama “el ejemplo del poder y el poder del ejemplo”.

Ello es muy relevante porque los setenta millones de votos y más que apoyaron la reelección de Trump parecen representar lo contrario.
¿Acaso es el apoyo a la incivilidad, a las malas maneras, al vocabulario estridente, a una laxitud en materia legal y hasta moral? El dato estadístico dará mucho qué pensar a los estudiosos de la sociedad, quienes tratan de desentrañar el comportamiento humano, su racionalidad y su irracionalidad. Difícil volver a escribir sobre el comportamiento político sin tomar en consideración este significativo dato.

Es que el asunto tiene dimensiones que ponen en tela de juicio la democracia. Hablamos del procedimiento clave: el proceso electoral. Lo que nos dicen los primeros análisis resulta altamente preocupante.
Veamos.

El prestigioso periódico británico The Guardian, publica el 11 de noviembre una encuesta cuyos resultados propiciarán importantes reflexiones. Un titular que dice: “70% de los republicanos afirman que la elección no fue libre y limpia, a pesar de que no existe evidencia de fraude”. Semejante actitud se refuerza con los siguientes datos: 78% de los republicanos alegan que hubo fraude, consideran que el voto por correo lo propició, al tiempo que 72% creen que hubo manipulación de los datos. En el lado demócrata es lo opuesto: 90% creen que las votaciones fueron libres y justas. Otras investigaciones recientes ratifican que el valor esencial de la confianza ha sufrido un deterioro colosal.

Por fortuna los temores tanto de Brookings Institution como del International Crisis Group sobre los riesgos de una explosión de violencia no han cuajado. Es prudente no descartarlos del todo.

Sorprendente y altamente perturbador que el Secretario de Estado anuncie que la transición del gobierno Trump hacia un segundo período no tendrá dificultades. Es, de hecho, una desautorización del jefe de las relaciones internacionales a todos los gobiernos que han reconocido el triunfo de Biden. ¿Una situación a la venezolana? Inédito.

Inusitado que todos los miembros republicanos del Congreso, senadores y representantes, con cuatro excepciones incluida la del candidato presidencial contra Obama, Mitt Romney, se hayan abstenido de pronunciarse sobre la situación. Lo propio se puede decir de todos los funcionarios elegidos ahora o antes.

Cada día que pasa el abismo entre demócratas y republicanos se hace más peligroso y la polarización que desde hace por lo menos dos décadas viene instalándose en Estados Unidos, adquiere perfiles más agudos, casi insalvables. Ahora se perciben como enemigos, como que ‘el otro’ representa amenaza para el bienestar del país. Por el contrario, 31 exmiembros del Congreso han repudiado la actitud negacionista de Trump.

Paul Krugman, en su nota siempre muy destacada en The New York Times, se preguntó si América se está convirtiendo en un Estado fallido.
Sé que se preguntan cosas aún peores. No obstante las tremendas amenazas que afectan hoy la democracia estadounidense -así como las demás- se me antoja creer que tan sombrías anticipaciones no se materializarán. Y que para Estados Unidos, otra vez, los grandes días están por venir.

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