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En hilachas

El alcalde Petro se ha venido caracterizando por desafiar las partes del...

21 de diciembre de 2013 Por: Fernando Cepeda Ulloa

El alcalde Petro se ha venido caracterizando  por desafiar las partes del Estado de Derecho que no le convienen.  Veamos tres casos. Se alegaba que tenía una inhabilidad para ser elegido senador por haber sido condenado por un delito común (Porte ilegal de armas). El tema se enredó, el expediente -dicen- desapareció en Zipaquirá... y santo y bueno.  Lo propio se esgrimió con ocasión de su candidatura para la Alcaldía. Veeduría, Superintendencia de Servicios Públicos y otras entidades advirtieron que no podía tomar algunas de las decisiones que adoptó en el caso de las basuras. Siguió campante. Y ahora el Procurador lo sanciona - al como ha hecho con cientos de elegidos popularmente- y pone el grito en el cielo de Bogotá, de Washington, de París, de Lima, con el anuncio desafiante de “Petro se queda”. Descalifica al presidente Santos como mentiroso antes de entrevistarse con el... y así continúa el espectáculo. En este caso, y en otros, lo que se constata es que el Estado de Derecho, del cual tanto nos enorgullecemos, se deshace en hilachas. Era lo que nos hacia una potencia moral. En  eventos similares,  que preferimos no recordar, vimos ejemplos de comportamiento republicano paradigmáticos, mucho más cuando se comprobó que fueron injustos. Recordemos que el exministro Juan Martín Caicedo fue destituido como Alcalde Mayor de Bogotá, apenas aprobada la Constitución de 1991. El argumento era inusitado, por decir lo menos. La Corte Suprema de Justicia, meses después lo declaró inocente.Juan Martín había sido elegido por la más alta votación popular. Y como mansa paloma aceptó la destitución y la arbitraria detención. Hoy es un respetadísimo y muy eficaz dirigente gremial. Pero mucho más que eso. Es el referente de lo que es un ciudadano ejemplar que merece todo el respeto y admiración de la Sociedad. Terrible que aparte de sus muchísimas ejecutorias se requiera una absurda destitución y un injusto carcelazo para reafirmar un título que ya tenía bien ganado.Se acude al Sistema Interamericano porque es bien sabido que Colombia lo acata y respeta. Es nuestro apego al Estado de Derecho. Pero hay otros signos ominosos del deshilachamiento del Estado de Derecho. Se está abusando del excepcional recurso de tutela, la herramienta que le ha dado vida eficaz a la Carta de Derechos de la Constitución de 1991. Lo propio ocurre con otros recursos. Mientras, el gobierno maneja con máxima cautela y respeto la viabilidad de los recursos que podría interponer ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya.Entre nosotros se ha olvidado que tan sancionable es una omisión de demanda como una demanda temeraria. Y ello incluye el uso temerario de los múltiples recursos que ofrece nuestro sistema jurídico.Hay más signos deplorables. El derecho sagrado de la presunción de inocencia está por el suelo. Un buen número de los que están en las cárceles no han sido condenados. Los testigos falsos pululan. Dicen que los ofrecen en las cercanías de los juzgados como quien vende dulces o cigarrillos. El registro de la propiedad y el valor de las escrituras sufrieron un descalabro que ha obligado a todo un programa multimillonario de restitución de tierras.Y no hay un gremio económico, ni una asociación de profesionales del Derecho que digan en este momento lo más simple pero lo más importante: el Estado de Derecho debe prevalecer.

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