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Destrucción creadora

El Partido Socialista está en coma. Los republicanos, en proceso de reanimación. Así describe el editorial del periódico Le Monde, julio 5/2017, lo que ha ocurrido en Francia a raíz de los dos descomunales éxitos electorales del joven presidente Macron.

7 de julio de 2017 Por: Fernando Cepeda Ulloa

El Partido Socialista está en coma. Los republicanos, en proceso de reanimación. Así describe el editorial del periódico Le Monde, julio 5/2017, lo que ha ocurrido en Francia a raíz de los dos descomunales éxitos electorales del joven presidente Macron.

Ahora viene la parte creadora del inusitado proceso. Al reunir al Senado y la Cámara de Diputados en el Hemiciclo del Palacio de Versalles, el presidente Macron anunció algunos de los elementos de la revolución política que está poniendo “en marcha”. Ha entendido muy bien que recibió clarísimo mandato popular para ponerle fin al inmovilismo que ha venido caracterizando la vida política francesa.

Sin miramientos, de frente, dijo a los más de 900 congresistas elegidos que iba a proponer que ese número se redujera en una tercera parte. Tremendo anuncio que, además, debería ser aprobado por ellos mismos. Y una advertencia: si cumplido un año no se logra esta reforma, el presidente Macron recurrirá a un referendo. Es una propuesta transparente, contundente. Acompañada de otras iniciativas como la de introducir la proporcionalidad en el sistema electoral, para hacerlo más representativo, más justo.

Le parece que el procedimiento legislativo debe acelerarse para el trámite de las leyes que no revisten especial importancia. Y entonces propone una especie de ‘Fast-Track’ permanente: que las Comisiones en reunión conjunta, aprueben ese tipo de leyes. Y que las de alta significación se evalúen cada dos años para establecer si están cumpliendo los objetivos que las justificaron; por ejemplo, una ley contra el terrorismo. Que la Corte que juzga a los ministros, sea disuelta. No ha sido muy eficaz. Y ya que menciono el término, su discurso del 3 de julio estaba permeado de un concepto que obsesiona al presidente Macron: la eficacia.

Lo propio propone frente al Consejo Económico Social y Ambiental, un cuerpo consultivo integrado por la sociedad civil, que quiere fortalecer y, no sobra repetir, hacerlo eficaz. Ah, y el tema eterno de la descentralización o de la desconcentración, que allá como aquí, es objeto, una y otra vez, de propuestas y de reformas que no dan los resultados buscados.

El presidente Macron sabe que ha recibido un mandato, así lo dice, para “emprender una vía completamente nueva”, una especie de renacimiento político. Vuelve por los fueros del liberalismo, de nuevo en busca de la eficacia que se ve entorpecida por la injerencia indebida del Gobierno.

Las reacciones han sido muy diversas. Unos columnistas hablan de las proclividades monárquicas o faraónicas de Macron. La resistencia al cambio es enorme. Otros buscan establecer una confrontación entre el Presidente y el Primer Ministro, implicando que semejante discurso dejó sin contenido el que al día siguiente debería presentar el Primer Ministro ante la Asamblea. Algunos constitucionalistas rechazan semejante interpretación para destacar cuál es el papel del Presidente, orientador de la política, cuál el de su Primer Ministro y en qué consiste la colaboración entre los dos.

Destrucción creadora. Macron no se está regodeando en sus dos victorias electorales. Quiere darles significado. Transformarlas en acción política. En realidades. Superar el inmovilismo. La esclerosis política. Oxigenar el Sistema, abrir las ventanas y dejar que surjan nuevas visiones, otros horizontes, nuevas esperanzas. No destruir por destruir sino para crear una nueva sociedad.​

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