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Armonía social

El descontento, la indignación, las quejas, el memorial de agravios son métodos para llamar ahora con gritos y carteles y cacerolas, la atención de los gobernantes.

29 de noviembre de 2019 Por: Fernando Cepeda Ulloa

El descontento, la indignación, las quejas, el memorial de agravios son métodos para llamar ahora con gritos y carteles y cacerolas, la atención de los gobernantes.

En principio, uno estaría tentado a decir que un proceso electoral para elegir gobernadores, alcaldes, diputados, concejales y ediles, las autoridades más cercanas a la ciudadanía, cumplen la tarea de canalizar las diferentes demandas. Se supone que ellas se identificarían y recogerían durante una larga campaña en la cual más de 117 mil candidatos competían por alcanzar la confianza de un número suficiente de ciudadanos para salir elegidos.

Entonces, ¿qué pasó? ¿Ese proceso electoral ya no sirve para identificar y canalizar estos reclamos populares? No se puede decir que en Bogotá la candidata Claudia López no representaba una opción bien diferente de las convencionales. Con todo, el electorado bogotano no parecería entenderlo así. Lo propio se puede decir del alcalde elegido en Cali, quien no es, precisamente el representante del establecimiento tradicional. ¿Tampoco la ciudadanía se siente a gusto con su elección? En Cartagena, el alcalde ganó contra viento y marea. ¿Eso no quiere decir nada?

Se podría alegar que los temas tan variados de esta protesta no tienen que ver con el poder municipal sino con el nacional. Pero de alguna manera, debe existir una conexión entre la política municipal, departamental y nacional.

Hace año y medio se eligió con la mayor votación conocida a Iván Duque Márquez, un joven, incontaminado, trabajador, comprometido, y ello en franca lid frente a experimentados dirigentes pertenecientes a otros movimientos e ideologías. ¿Eso tampoco tiene valor ahora?

El partido de Iván Duque, el mismo, tanto en la primera vuelta de la campaña presidencial de 2014 (que ganaron con el nombre de Óscar Iván Zuluaga), como en el plebiscito de 2016 (que ganaron con un precario margen), como en la primera y segunda vuelta para decidir quien ejercería la presidencia de la república (2018-2022) plantearon críticas al Acuerdo Final para la terminación del conflicto con las Farc. ¿Esa plataforma electoral -estoy dando un ejemplo- no tiene validez y no importa el resultado electoral mayoritario, no de uno sino de cuatro procesos electorales? Entonces: ¿Existe una agenda ganadora por la vía electoral y otra que se manifiesta desde la calle que busca reivindicaciones que no se obtuvieron en el proceso democrático electoral?

Lo que ha venido ocurriendo en estos días confirma la precariedad del sistema político colombiano y la urgencia de adecuarlo a las nuevas realidades. Y, es evidente, que hay signos de ingobernabilidad tanto durante la protesta social como en tiempos de normalidad, aunque varían los grados.

Hacer invivible la República no es la fórmula a no ser que se trate de poner en práctica lo que algunos autores denominan ‘Insurgencia Social’: desconocimiento de instituciones, de los canales legítimos y de las reglas de comportamiento aceptadas. Una insurgencia que busca imponer como sea una nueva agenda y, no sabemos, una nueva forma de gobierno.

Armonía, consenso, disenso y cooperación, son los conceptos claves para vivir en democracia.

Es la manera civilizada de convivir. Tan importante el consenso como el disenso. Tan necesarios el gobierno como la oposición. Pero en armonía, respetando los derechos de los demás. Esa es la armonía.

Elegir en armonía. Protestar en armonía. Disentir en armonía. Ganar en armonía. Perder en armonía. Para poder convivir.