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¿Qué país queremos?

El Estado colombiano, a pesar de sus grandes falencias, tiene algunas de...

30 de junio de 2013 Por: Esteban Piedrahíta

El Estado colombiano, a pesar de sus grandes falencias, tiene algunas de las instituciones económicas más sofisticadas del mundo en desarrollo. Aparte de un banco central independiente, que en poco tiempo parece haber conjurando la inflación, cuenta con herramientas de control a las finanzas públicas, como la Regla Fiscal, que lo obligan a ceñirse a metas estrictas de déficit y endeudamiento. No en balde, es exclusivamente en el frente macroeconómico que el devenir de nuestra nación resulta (por fortuna) bastante ‘aburrido’.Recientemente fue publicado el Marco Fiscal de Mediano Plazo (Mfmp) que proyecta el desempeño de la economía y traza la senda de endeudamiento público hasta 2024. El Mfmp constituye el único ejercicio de proyección a mediano plazo que realiza rutinariamente el gobierno, y, por ello, como señala Marc Hofstetter en La República, es de relevancia para todos.¿Cómo es la Colombia que vislumbra este documento? En el ámbito fiscal, que, hay que enfatizarlo, es tanto su razón de ser legal como la perspectiva esencial del ejercicio de proyección, muestra un país que crece a una tasa saludable (4,6%) y fortalece sus finanzas públicas, reduciendo la deuda neta del Estado del 25% del PIB al 6% en 2024. Este objetivo seguro los aplaudirán tanto los ‘halcones’ fiscales como los mercados de deuda.Pero esta visión, que insisto es por definición fiscalista, tendría, de cumplirse, ramificaciones muy preocupantes. Primero, proyecta un estado que se reduce, incluso desde su insuficiente tamaño actual. En el Mfmp, el gasto público cae de un máximo de 19,4% del PIB en 2014 a un 16,7% en 2024. En los 32 países de la Ocde, el gasto público promedio supera el 40% del PIB. Un Estado chico suele ser reflejo de un país subdesarrollado (Singapur y Taiwan son excepciones).Segundo, a lo anterior, los ingresos tributarios se mantienen en un nivel irrisorio. En el Mfmp, los impuestos centrales, tras alcanzar un máximo del 15,1% del PIB en 2015, descienden a un 14,3% en 2024. Aunque hay excepciones como Brasil, los países que tributan poco son desiguales, y los que tributan muy poco, abominablemente desiguales. Los impuestos (que superan el 40% del PIB en la Ocde) y el gasto público son herramientas para construir una sociedad más justa. En el Mfmp, el gobierno parecería renunciar a estos propósitos.Tercero, las Participaciones, que fluyen a las regiones para educación y salud, siguen erosionándose. En 2002, representaban el 4,9% del PIB y el 38,2% de los ingresos del gobierno. Hoy, estos porcentajes son del 3,9% y el 24,2%, respectivamente; y, según el Mfmp, en 2024 serán del 3,5% y el 22%. Dos reformas constitucionales de gobiernos anteriores hicieron, en la práctica, ajustes fiscales a costa de las regiones y la calidad de la educación. El Mfmp no vaticina que se reversen esas medidas centralizantes, inequitativas y contrarias al espíritu de la Constitución.En su defensa se podría decir que los Mfmp (incluyendo los de 2009 y 2010 a los que estuve vinculado) no pueden decretar nuevos impuestos ni reformas constitucionales y deben ceñirse a la Regla Fiscal. Es cierto. Pero entonces son ejercicios inútiles, porque ni están validados por la historia (la tributación ha subido seis puntos desde 1993), ni predicen muy bien el futuro (¿no habrá al menos una reforma tributaria de aquí a 2024?). En cualquier caso, el país que esboza este Mfmp, aunque modelo de prudencia fiscal, es subdesarrollado, desigual y centralizado.