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Para poder competir

Hace algunas semanas se celebraron en Bogotá dos eventos conmemorativos de 20...

1 de diciembre de 2013 Por: Esteban Piedrahíta

Hace algunas semanas se celebraron en Bogotá dos eventos conmemorativos de 20 años de discusión sobre competitividad en el país. En esas dos décadas, los avances en seguridad, solidez macroeconómica, ingreso por habitante, entre otros, han sido notables. No obstante, a pesar de múltiples esfuerzos, los progresos en las palancas micro-económicas del crecimiento (educación, institucionalidad, infraestructura, innovación, etc.), han sido francamente mediocres. Si bien consolidar la macroeconomía y reforzar la seguridad, con uno buenos vientos de cola, fueron suficientes para triplicar el ingreso por habitante (de 2.500 a 7.500 dólares) en veinte años, para volverlo a triplicar a 22.500, estos elementos, aunque necesarios, son insuficientes. Para poder soñar con una Colombia próspera para todos, es preciso replantear drásticamente la agenda de competitividad sobre las siguientes líneas:Regionalizar: Ricardo Hausmann anota que el norteño estado mexicano de Nuevo León tiene mayor productividad que Corea, mientras el sureño de Guerrero tiene la de Honduras. La geografía económica de las regiones (su localización, nivel de desarrollo, vocaciones), es determinante en su competitividad. No es lo mismo diseñar estrategias para Bogotá que para el Chocó. Esta perogrullada, aunque incorporada al discurso de gobierno y gremios, no se refleja en su acción. Se siguen diseñando programas “transversales” y “sectoriales”. Es preciso descentralizar y “desbogotanizar” la agenda si hemos de tener alguna posibilidad de éxito.Desestatizar: Es evidente que el Estado es un actor clave en la competitividad, lo mismo que gremios y academia. Pero los protagonistas irremplazables son las firmas. Ellas son quienes innovan, compiten, emplean y generan valor. Es preciso desarrollar, sobre todo en las regiones, un entendimiento mucho más sofisticado y detallado del tejido empresarial y sus dinámicas y propiciar un diálogo mucho más activo con las compañías, alejado de estrechos intereses sectoriales, con frecuencia rentistas. Si no “privatizamos” y empresarializamos la conversación seguiremos estancados.Internacionalizar: Es una gran paradoja que en Colombia, que con Brasil son los países más cerrados de América Latina, pululen las protestas contra los TLC. Exportan e importan mucho más, en relación a su tamaño, los países del ALBA. Si no abandonamos la mentalidad mercantilista de que importar es “malo” (¿habríamos inventado los celulares en Colombia?) y que solo podemos competir en países más chicos y pobres, pues difícilmente triunfaremos en una economía global. El Valle, en particular, debe comenzar a concebirse como región costeña y no andina. No hay ciudad que tenga menos que perder y más que ganar con los TLC que Buenaventura. Allí debería haber manifestaciones masivas a favor de estos acuerdos.Desindustrializar: Me refiero, claro, a la “desindustrialización” de la agenda, no de la economía. Creo firmemente que en una economía abierta e internacional las oportunidades industriales de un Valle costero son enormes. Pero cuando hablamos de transformación productiva se nos olvida que los servicios, el comercio y la construcción representan dos terceras partes de la producción nacional, y una proporción mayor del empleo. ¿Quién habla de la productividad de estos sectores y la necesidad de transformarlos?Einstein dio alguna vez una definición magistral de la locura: “hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes”. ¿Tendremos otros veinte años de soledad en materia de competitividad?