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Empresarios a cacarear

Hace algunos días, en entrevista con El Tiempo, el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, Luis Alberto Moreno, señaló que ve a los empresarios “ausentes” de los grandes temas del debate nacional.

13 de octubre de 2019 Por: Esteban Piedrahíta

Hace algunos días, en entrevista con El Tiempo, el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, Luis Alberto Moreno, señaló que ve a los empresarios “ausentes” de los grandes temas del debate nacional y les reprochó su “bajo perfil”, que considera es “cómodo para muchos”, pero “no sirve”. En particular, Moreno dijo extrañar un “mensaje de que el sector privado entiende que su responsabilidad va mucho más allá de pagar impuestos y dar utilidades”, como el que hace poco emitió el Business Roundtable, organización que agrupa a muchas de las empresas más emblemáticas del mundo.

El llamado de atención de Moreno es muy oportuno. En cualquier sociedad y, sobre todo, en una como la colombiana, donde la pobreza y la inequidad atizan los cuestionamientos a la iniciativa privada, es fundamental que los empresarios más notables (que no necesariamente serán los más grandes o los más veteranos) asuman un rol más visible y procuren incidir de mayor manera en la narrativa nacional. En el sobrecargado y, con frecuencia, enrarecido ambiente mediático e informativo en el que vivimos, no la tendrán fácil. Pero ello no los exime de su responsabilidad.

En lo que refiere a la conceptualización del papel de la empresa en la sociedad y a su compromiso con el entorno, interpreto que la crítica también se refiere sobre todo al ámbito comunicacional. No sé si tendrá que ver con la compleja historia de nuestro país, pero, en mi experiencia, encuentro que las empresas colombianas tienen un mayor arraigo territorial y, generalmente, un mayor compromiso social que sus pares extranjeras. En Cali, por ejemplo, es notable como, con honrosas excepciones, las empresas multinacionales, que hace algunas décadas intervenían decididamente en ámbitos cívicos, hoy circunscriben mucho más su rango de acción.

Es frecuente que en Bogotá se critique el supuesto bajo nivel de compromiso de los empresarios vallecaucanos con su región. A veces, este juicio se hace con referencia a un pasado en que el empresariado local, liderado por Manuel Carvajal Sinisterra—gran pionero de la responsabilidad social—, descolló en el concierto nacional. Otras, se hace con referencia a Antioquia, donde el compromiso cívico de la gran empresa es notable, aunque su escala y forma de propiedad lo facilitan.

Esta apreciación tenía más sustento en la década pasada, cuando una combinación de dificultades económicas, políticas, y de seguridad conspiraron para que el empresariado vallecaucano cediera espacios importantes. Pero la recuperación de los mismos en los últimos años ha sido notoria. A los grandes legados sociales y cívicos de empresarios de generaciones anteriores, como la gestación de Emcali y de la CVC, la creación de la Fundación Valle del Lili—ampliamente considerada el mejor hospital de Colombia—, y de la Universidad Icesi—la más incluyente de las instituciones acreditadas de alta calidad del país—, el apoyo a espacios culturales como el Museo La Tertulia, entre otros, y la beneficiencia a innumerables causas, se agregan algunos más recientes como la construcción del Centro de Eventos Valle del Pacífico, la creación de la agencia (mixta) de promoción de inversión extranjera Invest Pacific, el resurgimiento de la Fundación para el Desarrollo Integral (FDI), hoy ProPacífico, entre otras, aparte del aporte continuado a múltiples organizaciones de salud, educativas, culturales y cívicas sin ánimo de lucro. Se impone la necesidad de cacarear mucho más todo lo que hacen nuestras empresas.

Sigue en Twitter @estebanpie