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El capital en el Siglo XXI

Pocas señales más notorias del ‘fenómeno Piketty’ que en uno de los...

15 de junio de 2014 Por: Esteban Piedrahíta

Pocas señales más notorias del ‘fenómeno Piketty’ que en uno de los debates de estas elecciones presidenciales de flaco debate intelectual y programático haya aflorado una referencia a su libro de 696 páginas sobre economía política, aún no traducido al español y publicado en inglés recién hace tres meses. Se trata de ‘El Capital en el Siglo XXI’, un erudito texto de este académico francés de 43 años que parece encaminado a convertirse en un clásico de la economía y las ciencias sociales.A primera vista, el libro de Piketty parece un anacronismo. No solo es un verdadero mamotreto (‘La Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero’ de Keynes, escrito en 1936, tenía ‘solo’ 338 páginas), sino que en casi ninguna disciplina, y menos en una hoy tan ‘especializada’ y ‘científica’ como la economía, se escriben ya libros así: visiones panorámicas de la historia con la ambición de explicar ampliamente el mundo en base a un modelo teórico y datos que lo sustenten y prescribir fórmulas para mejorarlo.Tras un trabajo de más de 15 años recopilando y depurando datos sobre la evolución de los ingresos y la riqueza desde 1700 hasta hoy, principalmente en países desarrollados, Piketty hace una historia del capitalismo mostrando su singular capacidad de generar riqueza y bienestar (antes de la revolución industrial, la vida de la inmensa mayoría de los seres humanos era, para citar a Hobbes, “pobre, desagradable, brutal y corta”), pero también las tensiones, que el considera inherentes o naturales, entre el capital y el trabajo.Picketty muestra cómo, con excepción de los años entre 1930 y 1970 (en los que factores ‘destructivos’ como la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial, pero también otros ‘constructivos’ como las políticas fiscales progresistas aplicadas en Europa y EE.UU., favorecieron al trabajo sobre el capital), el capitalismo, al tiempo que ha producido crecimiento y progreso, ha tendido a generar desigualdad. Si bien hay ‘fuerzas poderosas’ de convergencia, como la educación y la difusión del conocimiento, hay una fuerza de divergencia potente: en el largo plazo, el rendimiento sobre el capital tiende a ser mayor que el crecimiento económico. En este escenario, la riqueza acumulada (que está altamente concentrada), crece a tasas mayores que la producción y los ingresos, exacerbando la inequidad. Para Piketty, los datos corroboran que desde la década de los 80 el mundo ha entrado en un nuevo ciclo de acrecentada desigualdad, apuntalado por las reducciones en los impuestos al capital en países como EE.UU. y Gran Bretaña y algunos efectos de la globalización, entre otros factores. Si bien reconoce la importancia de incentivar la creación de empresa, así como los beneficios del libre comercio, le preocupa que la creciente concentración del capital conduzca a sociedades menos democráticas y meritocráticas donde impere la riqueza heredada y rentista, y, eventualmente, a violentas reacciones de los menos favorecidos.A pesar de que documenta fuerzas económicas poderosas, Piketty es consciente de que en economía no existen resultados invariables que no sean susceptibles de ser modificados por arreglos políticos. Su solución: aumentar los impuestos al capital (ej. patrimonio, dividendos) e invertirlos con prioridad en educación y formación para el trabajo. En un país como Colombia, de una desigualdad de ingresos aterradora y de riqueza aún mayor y donde los impuestos al capital son exiguos, bien haría en dedicarle algunas horas a las ideas de Piketty quien resulte elegido presidente hoy.