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Daniel López | Foto: El País

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Emociones colectivas

A medida que nos enfrentamos a estos desafíos locales y globales, invito a cada uno a practicar la empatía y mantener una perspectiva equilibrada, buscando el bienestar general.

16 de abril de 2024 Por: Daniel López

Imagínese en medio de una manifestación multitudinaria, sintiendo una oleada de entusiasmo y solidaridad. O considere el efecto tranquilizador de un líder comunitario en tiempos de crisis, cuya gestión emocional puede calmar a una población entera. Este fenómeno, conocido como ‘efervescencia colectiva’, fue estudiado por Émile Durkheim y recientemente analizado por Randal Collins y Serge Moscovici, demostrando cómo dichas emociones compartidas pueden fortalecer la identidad grupal y fomentar cambios sociales positivos.

Estas situaciones ilustran el poder de las emociones colectivas en nuestra sociedad. Estudios recientes confirman que estos fenómenos no solo afectan a los individuos que los experimentan directamente, sino que tienen el potencial de modificar la cultura y las normativas sociales a gran escala. Por ejemplo, investigaciones publicadas por la Universidad de Harvard (Goldenberg, et al., n.d.) y la Universidad de Oxford (von Scheve y Salmela, 2014) destacan cómo las emociones colectivas pueden influir en todo, desde la cohesión social hasta la eficacia colectiva y el bienestar general.

Pero, ¿cómo se conectan estas emociones colectivas con el comportamiento individual? Cada uno de nosotros, en nuestra interacción diaria, llevamos a cabo prácticas emocionales que nos afectan como individuos y a nuestro entorno. La forma en que manejamos nuestras emociones en situaciones de estrés o alegría, puede influir significativamente en las respuestas emocionales de los demás. En esencia, cuando gestionamos bien nuestras emociones, podemos contribuir a un ambiente más positivo y resiliente.

Este no es solo un fenómeno de influencia unilateral. El contagio emocional significa que absorbemos y reflejamos las emociones de aquellos a nuestro alrededor. En un ciclo de influencia mutua, nuestras emociones individuales y las emociones colectivas se entrelazan, lo que significa que cada uno tiene el poder de impactar y ser impactado por el estado emocional de nuestro grupo o comunidad.

Es crucial, entonces, que trabajemos de manera individual en el fortalecimiento de nuestras emociones. Este esfuerzo personal no solo mejora nuestro bienestar, sino que también tiene el poder de mejorar la salud emocional de nuestras comunidades. Herramientas como la regulación emocional, la meditación, y la terapia psicológica no solo nos benefician personalmente, sino que son esenciales para cultivar una sociedad más compasiva.

Finalmente, en un mundo marcado por las preocupaciones actuales sobre las decisiones de nuestros gobernantes y los conflictos internacionales, así como las contiendas electorales que acaban de tener lugar en Rusia y Ucrania, y las próximas en la Unión Europea, México y Estados Unidos, es crucial que cada uno de nosotros asuma la responsabilidad de gestionar sus emociones de manera efectiva. Este esfuerzo personal no solo mejora nuestro bienestar individual, sino que también tiene el poder de mejorar la salud emocional de nuestras comunidades en tiempos de incertidumbre política y social.

A medida que nos enfrentamos a estos desafíos locales y globales, invito a cada uno a practicar la empatía y mantener una perspectiva equilibrada, buscando el bienestar general. Al fomentar una cultura de comprensión y soporte mutuo, contribuimos a un ambiente más armónico que nos permita superar estos impases. Comprometámonos con su bienestar emocional y sea parte del cambio hacia una comunidad consciente y conectada. Juntos, podemos transformar nuestra realidad emocional colectiva en medio de estos tiempos turbulentos, promoviendo un futuro pacífico y colaborativo.

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