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Se va la plaga

El deterioro sufrido en la calidad de vida de los caleños por cuenta de estos caprichos es inaceptable.

19 de abril de 2022 Por: Emilio Sardi

Como es habitual en las plagas, al principio esta no se notó. Solamente en 2019 fue evidente que nos había invadido. Había empezado en la Autopista Sur, cuando la Secretaría de Inmovilidad instaló unos palos de plástico amarillo en los intercambiadores entre las calzadas de alto tráfico y las de servicio. El cuento de esa secretaría cuando le empezaron a llegar los reclamos por las congestiones y accidentes que estaban causando esos palos fue que con ellos mejoraría la seguridad vial, y ahí los dejó.

Una vez iniciada, la plaga fue imparable. En una intersección tras otra empezaron a aparecer esos palos amarillos, acompañados por unos tacos (llamados taches) de igual color, estrechándolas, bloqueando carriles y, en general, entorpeciendo el flujo vehicular a niveles increíbles. Y así, inexorablemente, las intersecciones de Cali fueron invadidas por una mancha amarilla diseñada para agredir a los conductores y represar el movimiento de los vehículos.

Para colmo de males, la plaga mutó hacia una variante aún más virulenta con el nombramiento de un secretario de Inmovilidad que ocupó su trono preso del ferviente afán de ‘pacificar’ el ritmo de la movilidad caleña que, aparentemente, consideraba exageradamente ágil. Este aceleró la violenta persecución contra las vías o intersecciones que, en alguna forma, pudieran facilitar la circulación. Labor en la que lo acompañaba un grupo curiosamente denominado ‘Comité de movilidad local’, peculiar nombre para quienes demostraban una clara inclinación de destruir, precisamente, la movilidad. Algo así como si llamaran a Putin protector de la paz mundial.

No hay datos que permitan estimar el costo para la ciudad de esta plaga. Nada más en lo concerniente al costo directo de la instalación de todos estos obstáculos, los estimados pueden superar $33.000 millones, según información conocida recientemente. Y en cuanto al costo para los caleños de las demoras en su transitar ocasionadas por esta barbaridad, no hay estimados conocidos. Pero sí se puede afirmar, sin temor a equivocaciones, que deben haber sido muy pocos los caleños que no han sufrido un aumento en sus tiempos de desplazamiento como consecuencia de la instalación de esta maraña de obstáculos en las vías de la ciudad.

Afortunadamente, como otras plagas, esta ya está dando señales de abatimiento. Recientemente, El País informó que el alcalde Ospina ha indicado que espera retirar todos estos obstáculos a la circulación, lo cual es digno de aplauso. Finalmente, alguien se ha compadecido de los caleños y va a tomar medidas para facilitar su circulación. Y si se hablara de detrimento patrimonial, es claro que este lo causó quien instaló los obstáculos, no quien los remueve.

Despropósitos como este no deben repetirse. El deterioro sufrido en la calidad de vida de los caleños por cuenta de estos caprichos es inaceptable. Como lo es también el impacto sobre el medio ambiente ocasionado por el incremento del tiempo en que cientos de miles de vehículos están prendidos, como resultado de la congestión que torpezas como esta ocasionan. Es esencial que se entienda que, en una ciudad carente de un sistema masivo de transporte, como lamentablemente es Cali, con más de un millón de automotores, entre motos y carros, registrados, la circulación individual es un hecho de la vida. Por eso, debe ser facilitada con muy buen tino por las autoridades.