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Se enfermó la holandesa

Los economistas llaman ‘enfermedad holandesa’ al fenómeno de revaluación de la moneda...

12 de noviembre de 2014 Por: Emilio Sardi

Los economistas llaman ‘enfermedad holandesa’ al fenómeno de revaluación de la moneda local y contracción y pérdida de empleos en la mayoría de los sectores productivos de un país, generado por el aumento del ingreso de divisas resultante de auges en la extracción y exportación de sus recursos naturales, principalmente petróleo y minerales, en ausencia de las salvaguardias adecuadas. En otras palabras, a lo que viene sucediendo en Colombia desde hace años, así nuestras autoridades económicas, fieles a su filosofía del avestruz, pretendan negarlo para poder seguir haciéndose los locos con el derroche de esa bonanza.Porque el hecho es que durante los últimos años, dentro de la delirante aplicación del modelo de apertura irracional que aquí impera desde hace veinte años, lejos de fortalecer las actividades productivas distintas a las extractivas, Colombia ha gastado sus nuevos ingresos en importaciones que van de lo inútil a lo dañino. Todo entra, desde productos de lujo poco necesarios, pero que no hacen mayor daño porque no compiten con nuestras manufacturas, hasta productos de uso masivo, como el calzado que se ha importado a menos de US $1 el par, que enfrentan a nuestro aparato productivo con la competencia desleal de productos subsidiados por los gobiernos y leyes de otros países, y que en algunos casos hasta son utilizados para blanquear divisas. Hasta ahora.La reciente caída del precio del petróleo cambió completamente el panorama, y hoy Colombia debe abordar el tema del comercio exterior con seriedad. Como en la canción: ¡Se acabó la diversión! Ya los ingresos petroleros no serán suficientes para cubrir el déficit de nuestra balanza agrícola, industrial y de servicios, que en este año superará los US$40 mil millones. La presión para revaluar nuestra moneda cesará y, al contrario, lo más probable es que la tasa de cambio se eleve a niveles que le permitan a nuestro sector productivo ser competitivo. El combustible de la ‘enfermedad holandesa’ se agotó, y ella se enfermó. Y con el precio del petróleo abajo, tendrá que irse.Aunque, como lo señalaría nuestro gran pensador Kid Pambelé, es mejor estar sano que estar enfermo, vendrán días difíciles. Al no tener que luchar con un dólar artificialmente bajo, nuestro aparato productivo empezará a recuperar su competitividad y a generar empleos. Pero su camino no será fácil. Todo guayabo es duro, y este lo será más porque venimos de una parranda muy larga, durante la cual el país se gastó la lotería en mariachis y no dedicó su nueva riqueza a fortalecer su infraestructura o su educación, como hubiera sido lo lógico. Y, lo que es peor, deberá enfrentar la telaraña de TLC firmados durante los últimos años, en todos los cuales se les concedieron grandes privilegios y ventajas a los inversionistas y productores extranjeros.Lo esencial ahora es que el Estado colombiano, en todos sus estamentos, parta de esta realidad del precio del petróleo para plantear decisiones de fondo y revise un modelo económico cuya fragilidad cada día es más evidente. Y, en vez de seguir dependiendo de la volatilidad de los precios de hidrocarburos y minerales, se construyan políticas que devuelvan la competitividad a nuestra base industrial, agrícola y de servicios, para que el país viva de la capacidad de las personas y no de la venta de materias primas minerales propia de las economías coloniales.