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Recaudo tributario 2

Este aumento en los recaudos tributarios no es reversible. Al contrario, es de esperar que se acentúe en la medida en que los hechos que lo han ocasionado se profundicen.

8 de marzo de 2022 Por: Emilio Sardi

En las últimas semanas, Colombia recibió dos noticias sobre su recaudo tributario que serían de gran interés en cualquier país que contara con economistas de peso.

La primera fue que el recaudo de 2021 excedió las proyecciones en $11,1 billones, aproximadamente 1% del PIB. Como lo destacó el Ministro de Hacienda, este excedente en el recaudo permitió reducciones en el déficit fiscal y en la deuda muy superiores a las proyectadas. Además, condujo a elevar el presupuesto de recaudos para 2022 en cerca de un 1,4% del PIB, y permite esperar reducir la deuda pública durante 2022 a un ‘nivel inferior al que se tenía proyectado para 2032’.

Poco después, la Dian anunció que el recaudo tributario de enero de 2022 ascendió a $23,19 billones. Durante los últimos años, el recaudo del mes de enero ha oscilado alrededor del 11% del total para el año, lo que permite esperar un recaudo de entre $203 billones y $218 billones para 2022. O sea que será superior al que se estimaba hace apenas dos años en entre $34 billones y $49 billones, del 3,5% al 5% del PIB.

Como también lo señaló el Ministro, este incremento en los recaudos es fruto en buena medida de los nuevos instrumentos de lucha contra la evasión y el contrabando contemplados en las últimas reformas tributarias, así como de la masificación de la factura electrónica. Pero también es fruto de la reducción de algunas tarifas, pues como lo había anticipado Keynes, “dándole un tiempo para cosechar sus frutos, una reducción de impuestos puede tener una mejor probabilidad de balancear el fisco que un aumento”. El hecho es que la curva de Laffer sí funciona.

Este aumento en los recaudos tributarios no es reversible. Al contrario, es de esperar que se acentúe en la medida en que los hechos que lo han ocasionado se profundicen. Sin querer queriendo, como diría el Chapulín Colorado, les sonó la flauta en la reforma tributaria de 2019 y Colombia está incrementando la transferencia de recursos de los ciudadanos al Estado a niveles de participación sobre el PIB del orden de los que le gustan a la Ocde. Si, como es deseable, el próximo gobierno no queda en malas manos, con el fuerte incremento en estos recaudos el país podrá subsanar en corto tiempo los daños causados por el lamentable manejo económico del gobierno de Santos, en el que, a pesar de la bonanza petrolera, se duplicó el endeudamiento y se elevó desmedidamente el déficit fiscal.

Pero, además, es preciso eliminar a la mayor brevedad la carga fiscal más antitécnica, antipática, regresiva e irritante del largo listado de impuestos que pesa sobre los colombianos: el gravamen sobre los movimientos financieros, el 4 por mil. Este impuesto, que es obstáculo gigantesco a la bancarización y causa importantísima de la informalidad, puede eliminarse mediante una simple ley de un artículo, sin acudir a tramitar una innecesaria reforma tributaria, con su consabida sarta de privilegios para los vivos y desquites para los resentidos. Y es urgente eliminarlo.

No solamente Colombia cuenta ahora con recursos para substituir los $10 billones anuales que este impuesto genera, sino que su remoción conducirá a mayores ingresos fiscales, tanto por propiciar una mayor formalización de la economía como por la validez de la  observación del efecto de la reducción de tasas sobre los ingresos fiscales que hiciera Keynes. Finalmente, algo sabía él de economía.