El pais
SUSCRÍBETE

Inicio

Artículo

Mal Pimu

El alcalde es un hombre bien intencionado, pero muy mal asesorado en cuanto a movilidad. Está en manos del Concejo ayudarlo, defendiendo a los caleños de este mal Pimu.

21 de noviembre de 2017 Por: Emilio Sardi

El Pimu (Plan Integrado de Movilidad Urbana) que está a consideración del Concejo Municipal no le augura nada bueno a la movilidad futura de los caleños. Obvio producto de académicos teóricos e ingenieros de escritorio, es un plan repleto de contenido ideológico, alejado de la realidad y con poca posibilidad de producir buenos resultados. Es claro que sus efectos sobre la futura competitividad de Cali serán malos.

Quizás lo rescatable del documento es un listado interesante de obras pendientes. La mayoría de ellas son necesarias, aunque brillan por su ausencia las diez o quince intersecciones a desnivel que Cali requiere urgentemente para descongestionar el flujo vehicular en el área ya consolidada de la ciudad. Aparte de eso, es apenas un catálogo interminable de deseos, malos y buenos, con muy poca claridad en cuanto a su implementación.

Entre los buenos, está el deseo que todos compartimos de que Cali goce de un sistema integrado de transporte público eficiente que cubra toda la ciudad. Lamentablemente, este deseo no viene acompañado con propuestas serias, y lo único que queda claro del Pimu es que nuestro transporte público continuará siendo desarticulado, ineficiente y absolutamente insuficiente en su cobertura territorial. Lo peor es que, sin un sistema de transporte público que funcione, el Pimu promete “diversas iniciativas … de desincentivo al uso del vehículo particular”.

En su fanática guerra contra los automóviles y, en general, contra los vehículos particulares, el Pimu no reconoce que en Cali circulan hoy cerca de medio millón de estos. Y no toma en cuenta que las más de trescientas mil familias que poseen estos vehículos representan alrededor del 40% de sus habitantes. Y que si a este número se le suman las más de trescientas mil familias que utilizan motos, que también son particulares, le están declarando la guerra a la mayoría de la población caleña. Reconocer este hecho no es buscar incentivar la utilización de estos vehículos sino aceptar un hecho de la vida. Esos vehículos particulares están y van a seguir estando aquí, y su número seguirá aumentando. No reconocerlo y no buscar darles el servicio al que tienen derecho es, más que ceguera, torpeza. Y quitarles vías en vez de facilitar su circulación es peor que eso: es una agresión de la burocracia contra los ciudadanos.

No otra cosa sucederá al quitarles espacio a los automotores para establecer los 420 kms. de ciclorrutas que el Pimu promete. Es cierto que en algunas ciudades europeas de menor extensión que Cali ha entrado esa moda Retro, pero eso no significa que allá el ciclista no use también un automotor. En Alemania, Holanda, Suecia y Dinamarca, los países de mayor penetración de bicicletas, hay 593, 555, 540 y 501 vehículos (sin motos) por 1.000 habitantes. En Cali, sólo 190. Desde el punto de vista ambiental, cada minuto que se incremente el tiempo de circulación de los automotores por culpa de esas ciclorrutas ocasionará un aumento en las emisiones de CO2 que nunca será compensado con el ahorro generado por los cuatro gatos que circularán por ellas. Y la pretensión de obligar a las clases populares a para siempre transportarse en bicicleta y no en moto es, además de injusta, ilusa.

El alcalde es un hombre bien intencionado, pero muy mal asesorado en cuanto a movilidad. Está en manos del Concejo ayudarlo, defendiendo a los caleños de este mal Pimu.