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Lluvias y aguas

La verdad es que las inundaciones que estamos sufriendo no son fruto de un inexistente inusitado incremento en las lluvias.

3 de mayo de 2022 Por: Emilio Sardi

Como todos los años en esta temporada, volvieron las lluvias. Y como sucede con cada vez más lamentable frecuencia, regresaron acompañadas de ruinosas inundaciones. Coinciden porque el mal manejo de las primeras conduce a las segundas.

Como coinciden con que el mismo día en el que los noticieros mostraban las escenas de los daños causados por la inundación de La Mojana, El Tiempo informaba que “durante las últimas 24 horas, todo el estado de Texas y parte de Luisiana, Arkansas y Misisipi han sido devastados por ciclones e inundaciones como no se habían registrado en muchos años. De momento se informó que 74 personas han muerto, que hay varios damnificados y que los daños ascienden a millones de dólares”. Y que similarmente había informado días antes que “varios formidables ciclones devastaron los estados del suroeste de Estados Unidos y causaron daños por millones de dólares; los muertos ascienden a 16, y los heridos a más de 50.”

Que las noticias publicadas por El Tiempo aparecieran en su sección Hace 100 Años solo refleja el hecho conocido por los especialistas en meteorología de que no hay evidencia estadística alguna de cambios durante el último siglo a nivel global en la fuerza o frecuencia de eventos climatológicos como huracanes, lluvias o sequías. Hecho este que es reconocido aún en los informes del Ipcc, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, el organismo político-técnico de la ONU que se ocupa de este tema.

La verdad es que las inundaciones que estamos sufriendo no son fruto de un inexistente inusitado incremento en las lluvias. Es un hecho de la vida que el clima es cambiante y que la naturaleza nos enfrenta en ocasiones, y a veces rutinariamente, con eventos extremos. La causa real del problema radica en que no se toman las medidas adecuadas para enfrentar esos eventos.

Es indispensable reconocer la urgente necesidad de tomar las medidas necesarias para prevenir y mitigar los eventos climatológicos que recurrentemente enfrenta el país. No es la primera vez que se presentan inundaciones como las actuales, y durante prácticamente cada una de ellas se ha hecho la promesa de construir los diques necesarios para evitarlas. No es culpa del clima o de la naturaleza que estos no se construyan.

Es esencial, además, hacer una distinción clara entre el clima y el medio ambiente. El clima es fruto de las fuerzas de la naturaleza y -pienso yo- estas son bastante superiores a las de los seres humanos. Controlarlas puede lucir como un reto muy interesante, pero sospecho que resulta un tanto difícil. De existir, son nimios los efectos de los actos humanos sobre el clima. Otra cosa es el medio ambiente.

El medio ambiente puede ser y es afectado directa y, en ocasiones, severamente por acciones humanas. Todos conocemos los inmensos daños de la tala indiscriminada de árboles. Desde la erosión hasta la afectación de la generación local de aguas. Incrementa brutalmente la fuerza y velocidad de las avenidas ocasionadas por la lluvia y multiplica el problema aguas abajo.

No es quejándose del clima, o pretendiendo cambiarlo, como se debe enfrentar este problema. Además de tomar las medidas de mitigación que la razón indica, es en la preservación del medio ambiente, de nuestro entorno, que debe concentrarse el Estado. La protección de nuestros bosques y de nuestras aguas es esencial, y no hay esfuerzo que pueda escatimarse en ella.