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Lejanías

Debo confesar que, por más que me lo expliquen, no he podido entender el cuento del que llaman ‘tren de cercanías’.

14 de enero de 2020 Por: Emilio Sardi

Debo confesar que, por más que me lo expliquen, no he podido entender el cuento del que llaman ‘tren de cercanías’.

En los países desarrollados, el tren es de gran uso, tanto para carga como para pasajeros. Allá, en la medida en que sus ciudades se expanden, se aprovecha el sistema férreo ya establecido para facilitar el acceso al centro de quienes van a residir a los suburbios y a nuevos desarrollos habitacionales. Con este fin, se incrementan frecuencias, se establecen nuevas estaciones y se organizan sistemas de alimentación de pasajeros que les permitan desplazarse eficientemente desde éstas a sus destinos, y de vuelta.

Nada de eso existe aquí. Los colombianos, en su sabiduría, resolvieron prescindir del tren, y en Cali hasta buena parte de lo que fueron corredores férreos se encuentran invadidos. En vez de aprovechar una matriz de transporte ya establecida, como en los países civilizados, aquí sería necesario iniciar el proyecto desde cero, con inversiones, por ende, proporcionalmente mucho más altas.

Aunque no es clara la lógica económica de un proyecto así, no tengo duda de que le resultarán favorables los estudios de ‘factibilidad’ o ‘prefactibilidad’ que se adelanten con el concurso de los países que aspiran a proveer los equipos, la ingeniería y la financiación que requeriría. (Siempre y cuando, obviamente, les ofrezcamos buenas garantías para sus pagos.) A lo que, tampoco dudo, se le añadiría el gran incentivo que más de uno encontraría en el montón de billones que se pondrían sobre la mesa, si se lleva a cabo.

En cuanto a las redes de transporte público necesarias para la alimentación del tren, es claro que en Cali estas ni existen ni es previsible que existan. Evidentemente, la solución no está por el lado del MÍO, un sistema rígido que fracasó por mal diseño y peor implementación y que es simplemente un barril sin fondo que se chupa los impuestos de los caleños. Y si no se ha podido manejar lo que hoy hay, ¿se podrá manejar esta complejidad adicional? Así las cosas, pareciera que los pasajeros del tal tren tendrían que continuar sus trayectos hasta sus destinos finales en ‘motorratón’.

Y, finalmente, confieso que no he podido encontrar en qué se mejorará la movilidad de los caleños con un proyecto cuyo fin es facilitarles el acceso a Cali a quienes viven en ciudades vecinas y no pagan impuestos aquí. No me es claro que con ese tren se disminuya el tiempo que los caleños debemos gastar para movilizarnos dentro de la ciudad. Al contrario, al destinarle a ese proyecto los gigantescos recursos que requeriría, estaríamos limitando y posiblemente eliminando la capacidad del municipio para invertir en las mejoras y ampliaciones en la infraestructura vial requeridas para atender el problema de movilidad en el casco urbano. Al bloquear el mejoramiento de la malla vial, este proyecto, de hecho, aumentaría la lejanía entre los distintos puntos de la ciudad.

Es preciso abandonar esa quimera de nombre rimbombante y enfocarse en soluciones serias. La propuesta de prolongar la Avenida Circunvalación desde la carrera 80 a la 122, cruzando por el sector de Polvorines, por ejemplo, sí representaría una inmensa mejora para la movilidad del sur de la ciudad que merece ser apoyada por toda la ciudadanía. Obras como esa, que brinden soluciones reales y prácticas para mejorar la movilidad de los caleños, son las que con urgencia necesita Cali.