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Las fuentes del Pacífico

No hay razón técnica o económica para que Cali no aproveche el generoso régimen de lluvias de la vertiente del Pacífico y busque una solución de esta naturaleza

20 de abril de 2021 Por: Emilio Sardi

Cada vez que escasean o abundan las lluvias, Cali ve afectado su servicio de agua. Si llueve, porque el río Cauca viene sucio y Emcali debe suspender el servicio de las plantas que se abastecen de él. Y si hay sequía, porque escasea el agua para San Antonio y Emcali debe suspender la operación de las plantas servidas por el Cauca, pues la concentración de la contaminación hace inviable la potabilización.

Y cada vez que esto sucede, las altas autoridades de la ciudad se reúnen a hablar, sin hacer nada sobre el tema. Porque lo único que se ha hecho durante los últimos veinticinco años con respecto a garantizar el abastecimiento futuro de agua para la ciudad ha sido solo eso:
chacharear. Y lo dicho, si algo, lo que ha mostrado es falta de visión de largo plazo, pichicatería e incapacidad de concebir soluciones grandes, de fondo.

Por el contrario, recientemente, por iniciativa de la Corporación para la participación ciudadana, ha vuelto a discutirse en algunos foros una alternativa que sí podría abrirle a la ciudad la posibilidad de darle una solución seria, de largo plazo, al abastecimiento de sus aguas, el aprovechamiento de las fuentes del Pacífico.

Al occidente de Cali, al otro lado de los Farallones, discurren los ríos Digua y Anchicayá, cuyo caudal combinado semeja al del Cauca al pasar por Juanchito en los veranos. Hace unos 30 años, Emcali llevó muy adelante el estudio de un proyecto que consistía en tomar 8 metros cúbicos por segundo de esa cuenca, con lo cual no se afectaría su caudal ni su ecología, y trasvasarlos a la vertiente oriental de la cordillera, sobre Cali, a través de un túnel horadado en la cota 1.640.

Una vez de este lado, generando energía en una hidroeléctrica a filo de agua, el agua caería a un interceptor que la distribuiría, limpia y sin contaminación alguna, a los ríos Cali, Cañaveralejo, Meléndez, Lili y Pance. Este proyecto añadiría agua totalmente nueva a nuestra vertiente, permitiría ampliar el servicio de los acueductos de San Antonio y La Reforma, generaría ingresos que lo hacen autofinanciable, y revitalizaría nuestros ríos. Aunque Emcali arbitró recursos para profundizar su estudio, el proyecto se desvaneció en las nieblas que existen entre la CVC y Emcali, entidades que raramente han colaborado como debieran.

No hay razón técnica o económica para que Cali no aproveche el generoso régimen de lluvias de la vertiente del Pacífico y busque una solución de esta naturaleza. Con precipitaciones varias veces las de la cuenca del Cauca, esa vertiente es fuente inagotable del agua limpia que Cali necesitará. Manhattan trae su agua desde las montañas Catskill, distantes 125 millas. Bogotá la trae desde Chingaza, a 50 kilómetros, a través de un túnel de 32 kilómetros. Las aguas crudas llegan a las plantas de tratamiento de Medellín a través de un sistema de transporte que suma 61 kilómetros, 27 de ellos en túnel. ¡Bien puede Cali traer su agua del otro lado de la loma! Aunque, para hacerlo, sea necesario abandonar la indolencia y pasividad que ha caracterizado a su dirigencia en los últimos lustros.

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Con su gran tino y sentido común, fue Alberto Anzola un hombre de ideas y ejecutorias. A través de la generosa amistad que me brindó -inconmensurable herencia recibida de mi padre-, nunca dejó de admirarme su permanente interés en lo novedoso y su preocupación por el bien común. Gran falta nos hará a todos.