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La plaga

Como cualquier plaga, al principio no se notó. Se inició en la Autopista Sur. Eran unos palos de plástico amarillo fijados en los intercambiadores que conectan las calzadas de alto tráfico con las de servicio.

22 de octubre de 2019 Por: Emilio Sardi

Como cualquier plaga, al principio no se notó. Se inició en la Autopista Sur. Eran unos palos de plástico amarillo fijados en los intercambiadores que conectan las calzadas de alto tráfico con las de servicio, y dificultaban enormemente el tránsito entre ellas. El cuento de la Secretaría de Inmovilidad, a raíz de las quejas por la congestión y accidentes que empezaron a causar, fue que los había puesto dizque para mejorar la seguridad de los conductores. Y ahí se quedaron.

Con el tiempo, la plaga se fue extendiendo. Súbitamente, los palos amarillos, acompañados por unos tacos (o taches) de igual color aparecieron en alguna intersección, estrechándola, bloqueando carriles o entorpeciendo el flujo vehicular en cualquier otra forma. Y después aparecieron en otra intersección. Y en otra, y en otra, y en otra. Y hoy Cali está invadida de esa mancha amarilla que agrede a los conductores y que generan represamientos de vehículos en casi todas las intersecciones donde aparece, con la amenaza de que el proceso continuará con mayor fuerza.

Esta plaga adquirió su carácter virulento con la llegada a Cali del actual Secretario de Inmovilidad. Egresado de la Universidad Pedagógica y Tecnológica, de Tunja, este personaje llegó a ese puesto después de haber participado en el gobierno de Gustavo Petro en Bogotá, con el ánimo de ‘pacificar’ el ritmo de la movilidad caleña que, parece, considera exageradamente ágil.

Y como el Pacificador Pablo Morillo, este pacificador criollo instituyó su propio régimen del terror. Así como Morillo persiguió con saña a los patriotas neogranadinos, el Pacificador de la Secretaría de Inmovilidad abrió violenta persecución contra las vías o intersecciones que, en alguna forma, cargaran con el pecado de facilitar la circulación de los automotores. En esta labor ha sido apoyado por el Comité de Movilidad local, extraño nombre para un grupo de supuestos ‘expertos’ que han demostrado clara inclinación de destruir, precisamente, la movilidad. Algo así como los pirómanos encargados de proteger los cerros de Cali.

Y a fe que han avanzado en su cometido. Aunque acostumbro basar mis afirmaciones en estadísticas y datos comprobables y en este caso no hay estadísticas fiables disponibles, me atrevo a afirmar sin temor a equivocarme que deben ser muy pocos los caleños que no han experimentado un sensible aumento en sus tiempos de desplazamientos durante los interminables seis meses en que la ciudad ha sufrido la atención del Pacificador de la Secretaría de Inmovilidad.

Esto no debe seguir sucediendo. El deterioro que ha sufrido la calidad de vida de los caleños por cuenta de estos caprichos es inaceptable. Como lo es también el terrible impacto sobre el medio ambiente ocasionado por el incremento del tiempo en que cientos de miles de vehículos están prendidos, como resultado de la congestión que esta plaga ocasiona en toda la ciudad.

Es cierto que el candidato a la alcaldía Roberto Ortiz ha manifestado su decisión de remover la plaga, pero, aunque probable, su triunfo no es seguro pues son bien conocidas las prácticas electorales de algún otro de los candidatos. Por eso, es preciso que los entes de control, particularmente la Personería y la Contraloría Municipal intervengan ya en defensa de Cali y de los caleños contra estos abusos. Son estos entes quienes deben detener este desafuero y, además, investigar sus causas y costos.