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La niñez y el virus

Gracias a los esfuerzos de la OMS para ocultar su aparición, era muy escasa la información que existía sobre el virus chino eventualmente denominado Sars-CoV-2.

30 de junio de 2020 Por: Emilio Sardi

Gracias a los esfuerzos de la OMS para ocultar su aparición, era muy escasa la información que existía sobre el virus chino eventualmente denominado Sars-CoV-2 cuando ella, tardíamente, oficializó su existencia en los términos más alarmistas posibles. Eso explica que los modelos epidemiológicos que inicialmente se usaron para pronosticar sus efectos hubieran usado de referencia primordial a la gripe española que asoló al mundo hace casi exactamente un siglo.

Hoy es claro que la Covid-19 producida por ese virus es totalmente distinta a la gripe española. Esa fue una verdadera pandemia que ocasionó mucho más de 50 millones de muertes, entre 4% y 6% de la población mundial de entonces. Las muertes ocasionadas por la Covid-19, en cambio, a duras penas llegarán al 0,01% de la población mundial actual. Y mientras el promedio de edad de las víctimas de la gripe española fue de 28 años, la mediana de la edad de las de la Covid-19, la mayoría con serias comorbilidades, ronda los 80 años.

También es evidente que esos modelos teóricos eran totalmente errados. Movidos por el pánico generado por sus predicciones, la mayoría de los países se refugió en la estrategia medieval del confinamiento para combatir la plaga. Estrategia ésta de altísimo costo social y cuestionable beneficio, pues sus resultados han sido muy dispares de un país a otro. Y lo son aún dentro de un mismo país, como EE.UU., donde los 25 Estados con gobernador demócrata reportan dos veces y media las muertes por millón que reportan los 26 Estados gobernados, con confinamientos menos severos, por Republicanos.

El deterioro en el bienestar social fruto de las medidas tomadas para combatir el virus ya empieza a manifestarse. En algunos casos el daño ya está hecho, y será función estatal liderar la recuperación de lo perdido. Pero en otros, gracias a lo que se ha aprendido en los últimos cinco meses sobre el virus y su comportamiento, aún se puede evitar o, por lo menos, limitar el daño. Esto es particularmente importante en lo que concierne a los colegios.

Numerosos estudios, publicados en revistas científicas, muestran que los menores de 18 años son mucho menos susceptibles de ser contagiados por el virus que los adultos. Como también es claro que son mucho menos severos los síntomas que padecen y, de hecho, hay evidencia que indica que su rol como transmisores no es fuerte. Muchos países han reabierto completamente sus colegios sin experimentar problemas y muchos otros están en trance de hacerlo. No hay razón seria para que Colombia no lo haga.

Los efectos dañinos del confinamiento sobre el desarrollo y la salud mental de los niños están ampliamente documentados. Y ni qué hablar de la equidad, cuya única vía real es la educación. El cuento de la educación virtual para los colegios es apenas un mal chiste en un país donde ni 25% de los hogares cuentan con computador. Sin hablar de lo que es quitarles la alimentación escolar a los 5,3 millones de niños pobres que la estaban recibiendo.

El Estado no puede sucumbir a la presión de Fecode para defender los extravagantes privilegios de sus afiliados, escudada en un falso interés en la salud de los niños y en la histeria de unos padres mal informados. Nunca podrían perdonarse las pérdidas en desarrollo humano, salud, conocimiento y aprendizaje de la actual generación de jóvenes que produciría una decisión incorrecta.