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El balance social (1)

Mientras los animales son guiados por el instinto, el ser humano tiene también la capacidad de anticipar el resultado de sus acciones y modificarlas de acuerdo con lo que su intelecto, cuando lo usa, le aconseja.

5 de mayo de 2020 Por: Emilio Sardi

Mientras los animales son guiados por el instinto, el ser humano tiene también la capacidad de anticipar el resultado de sus acciones y modificarlas de acuerdo con lo que su intelecto, cuando lo usa, le aconseja. Por eso, generalmente busca establecer un balance entre los costos y los beneficios de las acciones de algún importe que piensa acometer, para decidir si procede y, de ser así, cómo lo hará.

No conozco que se haya hecho en forma explícita un balance de esta naturaleza para el manejo de los riesgos generados por la aparición del virus Sars-Cov 2, conocido popularmente como Covid-19 o, más apropiadamente, como el Coco-vid. Buscaré esbozar aquí este balance para el caso colombiano.

Para hacer el ejercicio, es necesario reconocer en primer término que ambos lados de la ecuación deben expresarse en términos iguales. Comparar peras con bananos o vidas con dinero, como lo hacen los demagogos, es de sofistas. Por tratarse de la amenaza sobre unas vidas, este balance social debe contrastar las expectativas de vida y el bienestar social en ambos lados de la ecuación.

Para el lado que corresponde a la amenaza del virus, los modelos iniciales de ‘expertos’ como el Imperial College predecían un total de hasta 40 millones de muertes en el mundo. Los hechos han demostrado que estas proyecciones eran absolutamente deleznables y ya es claro que no llegarán a un millón las muertes en el mundo, poco más de las que todos los años produce la gripa estacional, y apenas una pequeña fracción de las predicciones de esos ‘expertos’.

Este es particularmente el caso en lo concerniente al cinturón intertropical, en donde el virus ha exhibido una virulencia muy inferior a la que tiene en la zona subtropical. En el caso de Colombia, con una tasa de mortalidad que es un centésimo de las de países como España e Italia, no es probable que las muertes por esta causa lleguen siquiera a 2 mil, en un país con 238 mil muertes en 2019.

En cuanto a lo que se busca lograr con las medidas, los más recientes modelos del INS predecían un total de 1.080 muertes al culminar el aislamiento el 11 de mayo, y estimaban que hubiera habido 20.674 muertes de no haberlo impuesto. En otras palabras, se aspiraba a que el aislamiento evitara aproximadamente 20 mil muertes. Dado que la mayoría de las víctimas de este virus son personas de edad muy avanzada con serias comorbilidades, sus expectativas de vida probablemente serían bastante cortas. Se estaba, por eso, hablando del equivalente de cuando más unos 100 a 120 mil años-vida.

Este objetivo deberá ser contrastado con el costo social de lograrlo. Y para eso deberá tenerse en mente que los ahorros en años-vida que se logren por haber tomado medidas como el aislamiento universal no son recurrentes. Entre otras razones, porque en el futuro cercano se contará con tratamientos efectivos y con vacunas, y en algunos sitios se habrá desarrollado inmunidad de rebaño. En cambio, los costos, tanto en vidas como en bienestar social, seguirán pagándose por años.

Me he limitado aquí a establecer los ahorros en muertes que se han buscado con las medidas que se han tomado, y no he tocado lo relacionado con su efecto sobre el bienestar común porque ese importantísimo aspecto ha sido ignorado al definirlas. En mi próxima columna analizaré los costos sociales de esas medidas, para concluir el balance.