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Cumpliendo leyes

No fue fácil escoger el tema de esta columna: ¿Recordar que el...

15 de mayo de 2013 Por: Emilio Sardi

No fue fácil escoger el tema de esta columna: ¿Recordar que el alcalde anterior gastó cerca de $120.000 millones para ‘remodelar’ el estadio, cuando construir uno nuevo no cuesta ni 50 mil, y que hay caleños de laxos principios que dicen que “lo importante es hacer obras”? ¿O protestar porque los colombianos debemos pagar la energía a los precios más altos del continente, cuando el país es excedentario en ella? ¿O preguntar cómo es que al tiempo que el sistema de salud se ahoga por falta de recursos, la SIC decide masificar la entrega de patentes sin mérito inventivo a las multinacionales farmacéuticas, para evitarles la competencia y permitirles cobrar precios monopólicos por sus medicamentos? ¿O insistir en señalar el peligro de que aquí se establezca un voto electrónico operado por una compañía del gobierno venezolano, bajo un registrador samperista?Esos y otros temas de similar naturaleza, ligados al diario acontecer colombiano, lucen de interés, pero me pareció más apropiado para esta semana del Día de la Madre hablar del buen cumplimiento de las leyes en Colombia. Como la única ley que acá se obedece irrestrictamente es la Segunda Ley de Murphy, que estipula que “Si algo puede salir mal, saldrá mal”, a continuación se reseñarán algunas otras leyes que se derivan de ella y que también son de general cumplimiento.Es así como nadie puede negar la validez de la Ley de Seguros de Miller, “El seguro lo cubre todo… menos lo que sucede”, o la Máxima de la Oficina de Labroski, “El teléfono nunca suena cuando no tienes nada que hacer”. Y es claro el cumplimiento del Segundo Corolario de Chisholm, “Cuando las cosas parecen ir mejor, has pasado algo por alto” y de la Ley de Westlake, “Siempre que las cosas parecen fáciles es porque no oímos todas las instrucciones”. Todo lo cual se deriva de la Última Ley de Robótica: “Los únicos errores reales son los errores humanos”.En el área laboral, es mejor obedecer la Segunda Ley de Brintnall, que recomienda que “Si le dan dos órdenes contradictorias, obedezca las dos”, la Ley de Scott, que enseña “Nunca camine por los pasillos de su empresa sin un papel en la mano”, y sobre todo, la Ley de Strano, con su dramática solución: “Cuando todo lo demás fracasa, intente lo que le sugirió el jefe”. Todo esto con tino, pues no debe olvidarse la Primera Regla Doméstica de Fausner, “Todo cuchillo sin filo tendrá el suficiente para cortarte el dedo”, la Regla de Compañeros de Cama de Hauser, “El que ronca es el que se duerme primero”, y sobre todo la Ley de Pinto “Hágale un favor a alguien y le tendrá que hacer muchos más”.Normas más generales que también se cumplen incluyen la Ley de Comunicaciones de Klimp, “Cualquier intento de simplificar las cosas solo causa mayor confusión”, que se desprende del Tercer Corolario de Chisholm, “Si explicas algo con suma claridad para evitar malentendidos, alguien te entenderá mal”, y que está íntimamente ligada a la Regla de Henken, “Cuando el mundo corrige un error, normalmente opta por otro peor que el primero”, y al Corolario de Barndsick, “Después de que las cosas hayan ido de mal en peor, el ciclo se repetirá por sí mismo”. Por eso, para fijarse una meta en este tema, siempre se debe concluir recordando el Postulado de Cervantes, con el que se inmortalizó uno de nuestros más insignes pensadores en 194 años de república: “Es mejor ser rico que ser pobre”.