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María Elvira Bonilla

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El último de los monstruos

Estamos frente a un personaje sombrío, vestido de negro, que, como un ángel vengador, da órdenes de destrucción, atrapado por el odio y la venganza.

5 de abril de 2024 Por: María Elvira Bonilla

El más próximo de los horrores del ejército israelí en Gaza, fue el asesinato de siete voluntarios de la ONG World Central Kitchen, fundada por el cocinero español José Andrés, que no se proponían nada distinto a recibir las 100 toneladas de alimentos que llegaba en barco desde Chipre, la ruta utilizada para evadir los obstáculos del ejército israelí, y lograr amainar la desesperación de miles de familias signadas por el infortunio de una guerra ajena para la mayoría.

Los ocupantes de los tres convoy marcados con logos y con permisos previos eran jóvenes de Polonia, Reino Unido, Australia, Canadá y algunos palestinos; gente de buen corazón, tan extraña en estos tiempos. Les dispararon a sangre fría.

El director de la fundación no disimuló su consternación y furia contra Benjamín Netanyahu, nuestro monstruo contemporáneo. Nos ha tocado ser testigos de las actuaciones de un enceguecido desalmado que solo habíamos visto en películas y relatos con Adolfo Hitler y su círculo de poder como protagonistas. Estamos frente a un personaje sombrío, vestido de negro, que, como un ángel vengador, da órdenes de destrucción, atrapado por el odio y la venganza.

Forma parte de aquellos gobernantes embriagados de poder con comportamientos demenciales. Todos ellos encarnan el mal. Y que descubrió Anna Arendt durante el juicio a Eichman por el genocidio contra el pueblo judío, cuyo asombro quedó plasmado en su ensayo La banalidad del mal. El mismo que el filósofo norteamericano John Kekes intenta descifrar en su libro ‘Las raíces del mal’, a partir de seis casos de maldad: la cruzada del Papa Inocencio III contra los ‘herejes’ albigenses en el Siglo XIII; el terror de Robespierre de la Revolución francesa; el comportamiento de Franz Stagl en un campo de concentración en la Alemania nazi; los asesinatos cometidos por Charles Manson y su clan en California; el demencial plan represivo de la dictadura militar argentina en la llamada guerra sucia de la década del 70 y por último, las acciones de un asesino norteamericano conocido como John Allen. El esfuerzo de Kekes por encontrar alguna explicación resulta fallido y la lectura de su libro deja desazón y angustia, colocando al mal como el más serio de los problemas morales de nuestro tiempo y la amenaza permanente para el bienestar humano.

Los sujetos a los que me he referido, con Netanhayu, a quien nadie logra atajar, comandando el pelotón, son de casos individuales en donde la psicopatía y la disfuncionalidad juegan un papel fundamental, pero la atonía moral de nuestro tiempo va más allá. Y por esto preocupa.

Es común pensar que las crisis son consustanciales a la naturaleza humana, que son cíclicas y que, por lo tanto, la de ahora, con sus manifestaciones particulares, no es más que una de las tantas que ha padecido la humanidad. La filósofa española Adela Cortina, cree que no hay tal. Que la ausencia de valores éticos que atraviesa la sociedad contemporánea, ha influido de manera determinante en la crisis que vive el mundo actual.

Recuerda la lección de aquel jefe indígena que contaba a sus nietos cómo en las personas hay dos lobos, el del resentimiento, la mentira y la maldad, y el de la bondad, la alegría, la misericordia y la esperanza. Uno de los niños que lo escuchaba le preguntó: abuelo, y ¿cuál de los lobos crees que ganará? El que alimentéis, le contestó el anciano sabio. Y lo estamos viendo.

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