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El despecho 105255

¿Qué le paso a fulana?”, le pregunté a mi amigo Federico cuando...

17 de marzo de 2020 Por:

“¿Qué le paso a fulana?”, le pregunté a mi amigo Federico cuando la encontramos caminando cabizmunda y meditabaja por los lados de La Tertulia. No me supo dar razón pero estuvimos de acuerdo en que algo le había sucedido.La otrora altiva y soberbia caminaba agachada y como queriéndose esconder. Sin embargo, coincidimos con ella en El Molino del oeste pocos minutos después. Allí estaba desayunado un jugo, un café y unas tostadas y el encuentro fue grato: “Hola, feliz año”, le dijimos y ella casi que sin mirarnos ‘debió’ correspondernos el saludo.Fue entonces cuando advertimos que sin duda algo le había pasado. Algo grave: ¿Tendría acaso una de las terminales tan en boga por estos días? “No seas mal pensado”, me expresó Carducci. “Yo creo que es que anda con la depre de comienzo de año”, concluyó. Y dicho esto, nos entretuvimos en otros menesteres.Ayer, volvió y jugó el personaje. Ya no de sudadero sino de jeans y camiseta, me la topé en Súper A. La vi más animada, incluso conversadora. “Hola Siri”, fue su saludo y sin querer queriendo, nos fuimos encarretando en una amena y por demás amistosa charla.Aprovechando entonces el papayaso le hice referencia a nuestro anterior encuentro y la actitud que había asumido con mi amigo y yo. “Ah, si te contara”, fue su respuesta. “Es que ando llevada porque fulano está que me deja”. “¿Cómo así?”, inquirí extrañado. “Fíjate que el desgraciado ese me sacó en cara que había perdido la platica que me había invertido”.No le entendí y le pedí que me explicara: “Tú recuerdas que cuando nos conocimos él salía con fulanita, más conocida como Air-Bag”, (Air-Bag es una amiga en común célebre por un bustamen descomunal). “Sí, señora” contesté. “Pues el man me dijo que le gustaba, que era la mujer perfecta para él, que pataquín, patacán, pero que desafortunadamente no tenía pechos prominentes. Y yo de pendeja me averigüé cuánto valía la vuelta y él me dio para la empuchecada”.“Claro, claro” la interrumpí. “Tu altar es memorable”. Y ella me corrigió: “Era pajarraco. Con este problema de las prótesis, las puchecas se me empezaron a bambolear por todo el pecho y peor cuando ese salvaje me acariciaba. Yo quedaba como la trompa de un carro estrellado, así que hace unos días me quite esas bolsas - sin decirle al hombre- y tan pronto me vio no sólo me insultó, sino que me hizo el reclamo de la plata que había botado y ahora anda emputado conmigo”.Tras este relato quedé pasmado. Recorrí a mi amiga y sí, ya no tenía la exuberancia que exhibía días atrás, la que resaltaba con unos ‘descotes’ quita respiración que resultaban sensuales para los hombres pero vulgares para las mujeres.“¿Y qué vas a hacer?”. “Pues mijito me voy a quedar destetada, desplatada, desplazada y... a la orden, o sea que si tiene algo por ahí, pues aviéntemelo que no me voy a quedar piernicruzada en el apartamento durmiendo televisión y leyéndolo a usted”.Mi amiga se despidió y salió con dos cajas de leche deslactosada -me imagino que para darle al defraudado bustólogo de su compañero- y ahí mismo me topé con otro amigo que anda con soledad y está recibiendo hojas de vida. “¿Oye, no te interesaría conocer a fulanita de tal?”. “¿La tetona?” Me preguntó. “No, como te parece que ya está normalita y quedó de lo más bien”, le respondí. “No hermano, esa mujer pechiplana ya no levanta nada”, me contestó y se fue.

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