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Un parágrafo perverso

Hace algunas semanas escribí sobre la conveniencia de apoyar el pago de impuestos a través de obras públicas, sistema incorporado en la reforma tributaria para favorecer aquellos municipios que fueron epicentro del conflicto armado, limitados en la presencia del Estado con las obras públicas requeridas.

18 de agosto de 2017 Por: Eduardo José Victoria Ruiz

Hace algunas semanas escribí sobre la conveniencia de apoyar el pago de impuestos a través de obras públicas, sistema incorporado en la reforma tributaria para favorecer aquellos municipios que fueron epicentro del conflicto armado, limitados en la presencia del Estado con las obras públicas requeridas.

Buenaventura, ciudad que inspiró mi artículo, es uno de esos municipios que tienen un atraso monumental frente a las necesidades de sus habitantes. Es además la oportunidad para que el sector privado que ha logrado formidables utilidades en la ciudad puerto, le retribuya con impuestos convertidos en anheladas obras, a través de un mecanismo fiduciario y bajo el rigor de interventorías impuestas por el Estado.

Pues este propósito loable está a punto de naufragar por cuenta de un parágrafo incluido en un proyecto de ley que dice: “El mecanismo de pago de obras por impuestos de que trata el Artículo 238 de la Ley 1819 de 2016 no será aplicable en Buenaventura, en consideración a que se destinarán los recursos correspondientes del presupuesto general de la Nación al Fondo, de acuerdo con lo establecido en el numeral 1 del presente artículo”.

La lectura entre líneas es inevitable. Hay intereses perversos a quienes no les sirve que sea el sector privado y la fiducia quienes hagan las obras en Buenaventura. Les conviene que sea el Gobierno Nacional el que contrate, o con recursos de éste, y así se permita la manipulación de contratos eternos con obras que jamás acaban, o que no empiezan siquiera, pero los recursos financieros terminan en manos de contratistas torcidos, o de politiqueros chupasangre, o de autoridades indolentes, en resumen un Odebrecht, pero en el Pacífico.

No hay preocupación por los niños enfermos, por los embarazos adolescentes, por el hambre ni la violencia. “Dejémoslo así” porque mientras haya miseria habrá pretexto para presupuestar obras ficticias que enriquecerán a los de siempre o a quienes aspiren a reemplazarlos.

Guayaquil se transformó gracias a un plan de obras que se financió con los impuestos de sus ciudadanos. ¿Dejaremos pasar en Buenaventura esta oportunidad después de tener el mecanismo para lograr un lugar con esperanza y vida digna?

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