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Tratos con suegras

Durante muchos siglos la figura de la suegra tuvo un estigma terrible....

30 de julio de 2016 Por: Eduardo José Victoria Ruiz

Durante muchos siglos la figura de la suegra tuvo un estigma terrible. Las asociaciones eran con una fiera, injusta, calculadora, entrometida, materialista, analogías que siento hicieron parte de un proceso muy antiguo pues la pareja, especialmente la mujer, cada vez tiene un lugar más destacado y autónomo en la sociedad. Desde hace muchos años las esposas no requieren de su madre como abogada ante el prepotente marido: ¡Aquellas se defienden solas, y de qué manera!Con el tiempo, y pienso que es la época que nos ha tocado vivir, encontramos en las suegras unas señoras respetables y respetuosas, querendonas, ocasionalmente imprudentes, pero generalmente maravillosas. Por lo menos en mi recorrido, no tengo el recuerdo de una sola que no haya merecido mi afecto y consideración. ¿En qué momento esta evolución del concepto de suegra se ha desbordado y se volvieron las amigas exageradas de los yernos, saltándose estos todos los grados de respeto que merece la madre de la esposa y abuela de nuestros hijos? He visto yernos que saludan la suegra con una nalgada. Que le gritan ‘cucha’ o ‘gordiflona’. Se burlan de los esfuerzos por mejoras estéticas inútiles. Conocí el caso de un joven que abrió la puerta del baño social, encontró su suegra en difícil actividad digestiva y delante de la visita entró al sanitario y la saludó de beso. La pobre señora salió tres días después. Hace poco estuve en una finca, la suegra preparaba sancocho en fogón de leña y estaba agachada a la entrada de un corredor. Mi amigo le dio una nalgada y le dijo "¡Quítate vieja pedorra!". Todos rieron de la confianza entre yerno y suegra pero yo, la verdad, veo con preocupación este paso. En nuestra sociedad, el hombre ha ejercido un papel de proveedor, encarna la fortaleza y la energía. La imagen del paterfamilia crece en la medida que logra que su familia tenga más comodidad y reconocimiento social gracias a los estudios de sus miembros y a su desarrollo profesional y económico. La suegra o la abuela, que cada vez contribuye más a estos roles, no ha dejado de ser la guardiana de los valores familiares. La unión, la solidaridad, la tolerancia, la resiliencia, la abnegación, todos son valores defendidos y ejercidos por esa matrona que sin tener la vitrina del padre, tiene el reconocimiento de hijos y nietos. Por eso es tan frecuente que cuando nuestros futbolistas hacen un gol, muestran en su camiseta interior la foto de la abuela. No hay pérdida mayor que su muerte. En muchas comunidades los padres son fugaces. Las abuelas en cambio son eternas. A ellas no se les debe bajar del pedestal al cual llegaron por mérito propio. Ese rol merece respeto. Las sociedades necesitan de esa veedora de los más caros principios de una familia. Y no debe suceder que las nuevas prácticas familiares, por las cual los muchachos pasan días y noches en casa de su suegra, generen un clima de confianza exagerada que minimice el sagrado rol de la Gran Madre.

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